Por Esteban Torres[1]
En el cementerio de San Vicente de la ciudad de Córdoba preparan tumbas
para recibir a los muertos por el COVID-19. (Foto: Reuters).
Para poder avanzar en la explicación del proceso socio-histórico asociado a la crisis planetaria activada por el Covid-19, me parece necesario abordar siete aspectos de alcance mundial que se están interrelacionando en términos variables: i) la progresión de un movimiento de autoconservación social basado en el miedo a la muerte por contagio; ii) el advenimiento de nuevos estados protectores y agresores, de una novedosa legitimidad de excepción asociada al accionar de los primeros, y de un discurso estatal de la guerra que refuerza la conducción política en el marco de la incertidumbre de la coyuntura actual; iii) el despliegue de una triple crisis que está progresando en simultáneo: crisis socio-sanitaria, crisis económica y crisis ecológica; iv) el avance en la conformación de una sociedad mundial pos-occidental, que involucra el desplazamiento del polo principal de poder de occidente a oriente, y más en concreto de Estados Unidos a China; v) el avance tendencial de un proceso de aceleración social que impacta en los modos de activación de las crisis mencionadas, así como en las dinámicas de recomposición; vi) la creación de oportunidades políticas reales para la formulación de un programa de cambio social mundial centrado en una nueva política de la vida, que pueda avanzar en la materialización de tres pactos fundamentales: un nuevo pacto sanitario orientado por una lógica de salud pública, un nuevo pacto económico basado en un agenda pos-periférica, y finalmente un nuevo pacto ecológico orientado por un modelo de desarrollo sostenible. Finalmente, como última cuestión; vii) la creciente exigencia para reconectar el campo de las ciencias sociales con las grandes problemáticas que afectan a las mayorías en el mundo, lo cual demandaría la reconstrucción de una ciencia social unificada, metódica y explicativa que tenga por objeto-marcó a los procesos de cambio social mundial.
El presente estudio se despliega en siete entregas, siete textos, uno por cada uno de los puntos mencionados. En este texto inaugural me ocupo de presentar el primer punto. El lector no debe perder de vista que, si bien cada texto se puede leer con cierta autonomía, recién podrá dimensionar los alcances del análisis general que propongo una vez leída la totalidad de las entregas.
1- El primer movimiento mundial de auto-conservación social
A partir del preciso momento en que los medios de comunicación comenzaron a informar que el Covid-19 estaba haciendo estragos en el Sur de Europa, a principios de marzo de 2020, el fenómeno se magnificó hasta convertirse en pocas semanas en la preocupación principal y casi excluyente de gran parte de la sociedad mundial. Según indican las encuestas, a menos de un mes de aquel momento, a fines de marzo, entre un 70% y un 95% de la población mundial, dependiendo de los países, admitía estar preocupada por las consecuencias del Covid-19. Desde de los países occidentales, en particular desde Europa, se comparte el registro de que se trata de la peor crisis que afronta el mundo desde la segunda guerra mundial. Para América Latina, dicha aseveración dista de ser evidente en la actualidad, y asimismo dispara una mayor variedad de interpretaciones, algunas de las cuales remiten al reconocimiento de las múltiples oportunidades de liberación política y de desarrollo económico autónomo que las guerras europeas representaron para la región.
Los indicadores centrales de la peligrosidad real del Covid-19 están ligados a su capacidad de matar seres humanos a partir del contagio y, de modo indirecto, a su capacidad de destruir las economías nacionales. Al día 20 de abril, 8 am, se contabilizan un total de 2.416.135 contagios y 165.939 muertes, prácticamente un millón de contagios más y el doble de muertes que nueve días antes (JHU, 2020). Desde hace pocos días, Estados Unidos pasó a encabezar las listas de contagios y muertes. Otro dato que viene sorprendiendo al mundo es que, entre los 10 primeros países en contagios y muertes, siete son europeos (JHU, 2020). La capacidad de daño económico, por su parte, se asocia al poder de destrucción de mercados, empresas y empleos, así como al deterioro de los ingresos de la población mundial. Los números de la evolución de esta mega-crisis económica los abordaré en la tercera entrega de este estudio. Por estos días, las discusiones respecto a qué cuestión resulta más impactante y urgente atender, si el volumen de mortalidad directa o el efecto de devastación de las economías, se está saldando a favor de la primera. Pero esta ecuación puede cambiar en breve.
Mi trabajo parte del supuesto de que los cambios sociales activados a partir de la expansión del Covid-19 se producen principalmente a partir de la progresión acelerada de un movimiento planetario de autoconservación social basado en el miedo a la muerte por contagio. Este macro-flujo tiene su epicentro en los estratos medios y altos del conjunto de las sociedades afectadas. A partir de la información disponible, tiendo a suponer que las fuentes nucleares del miedo se conectan con la certeza de que el virus es mortal en algún grado, y de que momentáneamente no existen vacunas para prevenir el contagio ni medicamentos para curarlo. Esta constatación circunstancial deja en evidencia, como nunca antes, la inutilidad de la riqueza material como garante de la preservación de la vida humana en un sistema económico capitalista. A estos miedos nucleares se agregan algunas fuentes de miedo secundarias. Estas son i) la certeza de que se trata de un virus en extremo contagioso -mayor que sus precedentes- que nos puede invadir a partir de cualquier interacción social fuera de nuestros hogares, ii) la certeza de que la mayoría de los contagios se están produciendo en un estado pre-sintomático, y por lo tanto en el momento de incubación invisible del virus en sus portadores. Y, finalmente, iii) la probabilidad de que el proceso social de contagio pueda alimentarse masivamente desde los estratos bajos. Por lo tanto, la gran mayoría de la población mundial está atemorizada porque es consciente que el virus mata, que no hay cura disponible, y porque al no saber ni por asomo quién nos podría contagiar, supone con todo realismo que cualquiera podría hacerlo.
Si el modo de contagio actual permite exhibir una potencia novedosa de afectación de una acción individual sobre un conjunto social, la lógica de la protección social, tanto sanitaria como económica, nos vuelve a recordar de qué manera la colectividad centrada en el estado deviene en la condición determinante de la preservación de la vida en las sociedades modernas. Respecto al modo de contagio, la expansión del Covid-19 ha logrado magnificar de forma inédita, y algo inesperada, los macro-efectos sociales que pueden generar los micro-impulsos de cualquier individuo. De este modo, la crisis mundial en marcha en torno a la pandemia deja en evidencia que la precipitación de las grandes dinámicas sociales pueden depender, en simultáneo, cada vez más de las decisiones de un individuo cualquiera, situado en cualquier estrato de la estructura social (contagio), y cada vez más de las entidades supra-individuales, como son el aparato estatal (protección-agresión) y el comportamiento colectivo (auto-conservación, despreocupación y anti-protección[2]).
El hecho que se trate de cualquier individuo, y por tanto también, potencialmente, de un individuo de estrato bajo, es lo que refuerza el movimiento actual de delegación de poder coactivo y de regulación en los estados protectores[3]. La profundidad del miedo colectivo, y del movimiento de auto-conservación en general, no solo tiene que ver con que un individuo conocido o desconocido te pueda matar, sino que aquel individuo que te puede matar puede ser un individuo de estrato bajo. Esto se genera principalmente a partir del momento en que se disparan los llamados contagios locales o comunitarios. El modo de proliferación de la pandemia indica que la suerte de los de arriba está más ligada que antes a la suerte de los de abajo, y ello magnifica el temor social de un modo inédito.
El vendaval auto-conservador deviene en un movimiento societal mundial y generalizado[4] porque la expansión de la pandemia trae consigo un potencial inédito de desdiferenciación de estratos y de países. El ataque epidemiológico no distingue en abstracto entre clases de individuos y clases de naciones. Ahora bien, no hay que perder de vista que dicho movimiento indicado se despliega desde una cultura de estratos, que se va conformando en el marco de una sociedad capitalista de consumo de auto-realización, basada en la desigualdad entre clases de individuos y clases de países (Torres, 2020a; 2020b). De este modo, el actual movimiento de auto-conservación social atraviesa y altera el conjunto de los estratos sociales, pero no está produciendo la anulación de las culturas de estrato, sino más bien su resignificación momentánea[5]. Uno de los puntos centrales de la descomposición simbólica coyuntural que está produciendo la presente crisis multidimensional está ligada a la evidencia –tal como indiqué- de que el dinero colabora pero no garantiza aquel distanciamiento social que preserva a los individuos de las amenazas contra su vida.
De este modo, lo que acompaña la progresión mundial del Covid-19 es un temor societal creciente, magnificado por los medios de comunicación y cimentado por el discurso de la guerra de los estados protectores[6], que viene moldeando los comportamientos sociales de las grandes mayorías en el planeta. Es la primera vez en la historia de la humanidad que un flujo de temor colectivo prolifera, circula y se retroalimenta a un ritmo tan acelerado, a una escala plenamente mundial y a nivel de generalidad tan acabado. Ahora bien, si por un lado el temor al contagio es generalizado, el impacto concreto del Covid-19 es selectivo. Está golpeando principalmente a los mayores de edad, y algo más a los hombres. Y desde luego la proliferación y los efectos de los contagios están siendo mucho más pronunciados en los estratos bajos de la sociedad[7]. Hasta el momento, el Covid-19 ha impactado en mayor medida en los países centrales, pero se espera una rápida progresión hacia los países periféricos. A partir de entonces, de su expansión periférica, se puede llegar a revertir esta ecuación de afectación inusual entre ambos polos mundiales.
2- Las fuerzas de oposición: despreocupación social y anti-proteccionismo
Al movimiento mundial de auto-conservación social se le oponen dos macro-impulsos, hasta hoy minoritarios, pero igualmente mundiales: un movimiento de despreocupación social y, junto a ello, un movimiento anti-proteccionista. El movimiento de despreocupación social involucra al conjunto de los estratos sociales, pero lo hace en mayor medida con los estratos bajos. En relación con estos últimos, este impulso social está integrado por millones de individuos que se encuentran aguijoneados por problemas diarios de supervivencia que superan o igualan en gravedad a la amenaza del Covid-19. Y dada esa situación crítica tienden a desentenderse de la pandemia y a actuar como si no existiese. Se trata de un tipo de despreocupación pasiva. Ahora bien, en los individuos de estratos medios, altos y superiores, el movimiento de despreocupación social se manifiesta a partir de la propensión a negar o bien a subestimar el riesgo individual y social que trae aparejado la colectivización del contagio. Estas modalidades individualistas, que varían en intensidad, se concretan en la búsqueda permanente de transgredir las reglas de aislamiento, de control y de seguridad pública instaladas por los estados protectores y eventualmente por las propias comunidades auto-protectoras. Aquí todo indica que mientras más elevado es el estrato de los individuos, mayor es la propensión a la manifestación de esta despreocupación activa y en varios casos violenta. Hacia estos estratos desafectados apuntan buena parte de las medidas coactivas que vienen aplicando los estados protectores.
En cuanto al movimiento anti-proteccionista, hasta el momento viene adquiriendo la forma de una oposición social menor, sin arraigo masivo, y localizada exclusivamente en los países bajo conducción de estados agresores (tanto liberales como sociales). Una de las expresiones más alarmantes de esta inclinación ha sido el despliegue de movilizaciones de resistencia armada en Estados Unidos. Estos movimientos por lo general están bien organizados y se están propagando desde diferentes puntos de la costa oeste hacia el resto del país. La mayoría se encuentra encabezada por empresarios, sheriffs y políticos –principalmente republicanos-, que se ajustan desde abajo a las posiciones de agresividad liberal del presidente Donald Trump. Los integrantes de estos movimientos violaron la cuarentena impuesta en algunos estados y tomaron las calles para denunciar el accionar de los gobiernos estaduales proteccionistas y reclamar por la reapertura de la economía (“Openingour Country”) y por la defensa de las libertades individuales (“Don´tTreadon Me”). Por lo tanto, se trata de movilizaciones que impugnan a los estados protectores intermedios, como los gobiernos de Idaho y de Michigan, con el apoyo activo del gobierno agresor de Trump. Otra expresión de movilización anti-proteccionista es la que involucra a algunos líderes del poder económico concentrado. Un caso paradigmático es el de Ricardo Salinas Pliego, la segunda fortuna de México. Este mega-empresario no solo prohibió que los cerca de 70.000 empleados que trabajan en sus empresas cumplan con el aislamiento impuesto por el estado, sino que se expresó públicamente a favor de la apertura de la economía y en contra del miedo auto-conservador. Al igual que las movilizaciones en Estados Unidos, se trata de una manifestación que se produce en el marco de un estado agresor, en este caso de un estado social agresor como el que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
Desde el estallido de la crisis mundial del Covid-19 hasta hoy, el movimiento de auto-conservación se viene sosteniendo como el macro-impulso dominante en el mundo. Sin este fenómeno no se puede entender la recreación liberal y social del nuevo estado protector como forma legítima y mayoritaria en el sistema mundial. El movimiento de despreocupación social, por su parte, tiene hasta el momento una incidencia social muy superior que las recientes –aunque expansivas- movilizaciones anti-proteccionistas. Tal como indiqué, por el momento estas últimas solo se están manifestando bajo estados agresivos, como son los de Estados Unidos, Brasil, México y Ecuador. En cualquier caso, dada la profundidad de la situación actual de incertidumbre estructural, las relaciones de fuerzas pueden cambiar. Todo indica que será la pugna a la vez nacional, regional y mundial entre estos movimientos societales la que determine en buena medida la dirección en la cual evolucionará la crisis mundial del COVID-19.
[1] Co-coordinador del Grupo de Trabajo CLACSO “Teoría Social y realidad latinoamericana”. Profesor de Sociología en la UNC. Investigador del CONICET. La serie de artículos que presentará el autor sobre el Covid-19, que se inaugura con este primer texto, se desarrollan en el marco de la cooperación entre el Observatorio Social del Coronavirus “Pensar la Pandemia”, de CLACSO, y la iniciativa “E-laboraciones sociales en tiempos de pandemia”, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Argentina.
[2] Sobre esta diferenciación en el comportamiento colectivo, ver más adelante.
[3] La crisis sanitaria producida por el Covid-19 está definiendo dos formas estatales generales: la del estado protector y la del estado agresor. El estado protector es aquel que actualmente está llevando adelante políticas anti-virus planificadas y que el movimiento de auto-conservación social considera que puede combatir en algún grado la amenaza del Covid-19. El estado agresor, por su parte, es aquel que no adopta una política anti-virus y que el movimiento de auto-conservación social considera que minimiza el problema y que no está dispuesto o capacitado para combatir la amenaza del Covid-19. A su vez, es posible identificar en un plano objetivo la conformación de al menos dos tipos de estados protectores: el estado social protector y el estado liberal protector. El primero es aquel estado que al momento de direccionar sus recursos prioriza la cuestión socio-sanitaria y la inclusión económica de los estratos bajos. El segundo, por su parte, es aquel que prioriza la recomposición general del mercado, y que por lo general no ofrece una protección económica complementaria para los estratos bajos y medios. Junto a ello, es posible identificar dos tipos de resolución temporal de la protección estatal, que ingresa en la definición de la forma estado que se está creando en esta coyuntura: el estado protector preventivo y el estado protector tardío. El primer tipo de estado es aquel que movilizó la protección socio-sanitaria bajo una lógica preventiva, antes de haber registrado muertos en su país y con niveles de contagio en extremo bajos. Por su parte, el segundo se orientó a la protección una vez que el país ya se encontraba en crisis socio-sanitaria, más o menos avanzada. La gran mayoría de estados de protección preventiva en el mundo son estados sociales. En América Latina, el único ejemplo de estado social protector es el argentino, que a su vez se corresponde con un estado preventivo. Un ejemplo de estado liberal protector de carácter tardío podría ser el de Chile. Analizaré las formas estatales emergentes en América Latina y el mundo en la segunda entrega (la próxima).
[4] Aquí distingo entre lo mundial y lo general. El primero es una referencia de alcance espacial, que puede involucrar a muchos o a pocos individuos, mientras que el segundo es una referencia de volumen demográfico que, a diferencia de la noción de masas, integra al conjunto de los estratos sociales.
[5]Una parte de las resistencias que manifiestan los estratos de individuos alto y superior en su confinamiento domiciliario tiene que ver con el crecimiento del malestar respecto a las intervenciones des-estratificantes y re-clasificadores del estado protector, y muy en particular con aquellas intervenciones económicas complementarias de los estados sociales protectores orientadas a los estratos bajos y medios.
[6] En la segunda entrega, junto con el análisis de las formas estatales emergentes y como ellos es conecta con una nueva legitimidad de excepción (tanto en el campo popular como en el campo elitista), así como la generalización del empleo estatal de un discurso de la guerra.
[7] Por el momento no hay estudios sistemáticos de la evolución de los contagios y de las muertes por contagio según estratos de clase.
Bibliografía citada
JHU -Johns Hopkins University- (2020). COVID-19 Map. Coronavirus Resource Center. Url: https://coronavirus.jhu.edu/map.html
Torres, E. (2020a). “El sistema inter-capital: hacia una mundialización ampliada de la economía capitalista”. Revista Encuentros, 18(3), 12-23. https://doi.org/10.15665/encuent.v18i3.2331
Torres, Esteban (2020b). “Las explosiones sociales en América Latina: aproximación al juego de apropiación mundial”. En: Torres, Esteban; Leite Goncalves, Guilherme (eds). Hacia una nueva sociología del capitalismo: un diálogo con Alemania. Buenos Aires-Jena: CLACSO-Friedrich Schiller University Jena [Próximamente].
Publicado por CLACSO (26 de abril de 2020)