Juventud, trabajo y militancia: en tiempos de pandemia

Volver a Jóvenes en cuarentena

Por Lucía V. Müller* y Carla Nannini**

Hace ya algunas semanas, nos invitaron a escribir, sobre las vidas de lxs jóvenes en cuarentena. La pregunta disparadora era “¿Cómo viven lxs jóvenes el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio?” con la amplitud que ella implica.

La propuesta del equipo de investigación, nos interpeló desde muy cerca ya que ambas nos consideramos dentro de ese rango etario (a veces medio difuso) en el que suele ubicarse la juventud.  Sin embargo, el hecho de escribir juntas no fue planeado.

Las crónicas que van a leer a continuación, tienen un punto central que enlaza los escritos y nos une a nosotras para contar esta historia lo más fuerte que podamos.  Es por esta razón, que consideramos necesario comenzar con ese punto común, que no es ni más ni menos que la protagonista de nuestras historias: La Chuchu es una joven de 22 años que vive con su mamá y sus hermanos en un barrio ubicado al norte de la ciudad de Córdoba llamado Los Cortaderos.

En cuanto a nosotras y nuestro vínculo con ella, creemos que como dice Paulo Freire “nuestra presencia en el mundo, que implica elección y decisión, no es una presencia neutra1” (2015, p 39)***. Y lejos de querer ser neutras, la elegimos como protagonista sin saber que la otra también lo había hecho.

Somos Lucia Müller y Carla Nannini, estudiantes de la Lic. en Trabajo Social- UNC. Nos conocemos hace pocos meses, y pensamos que la facultad era el único ámbito que compartíamos. Al parecer no estábamos en lo cierto ya que nos dimos cuenta, que además tenemos una amiga y compañera de militancia en común.
Lo que ambas sí sabíamos desde el principio, es que la Chuchu tenía mucho para decir.

 

¿Qué privilegiar en tiempos de cuarentena?
Por Lucía V. Müller

Eran las 21:15 horas del 19 de marzo y Alberto‌ ‌Fernández‌ ‌empezaba‌ ‌con: ‌ ‌
-‌ ‌‌ “Buenas‌ ‌noches‌ ‌a‌ ‌todos‌ ‌y‌ ‌a‌ ‌todas‌ ‌ (…) ‌ ‌el‌ ‌mundo‌ ‌está‌ ‌atravesando‌ ‌un‌ ‌momento‌ ‌singular, ‌ ‌que‌ ‌está‌ ‌atravesado‌ ‌por‌ ‌una‌ ‌pandemia‌ ‌que‌ ‌ha‌ ‌avanzado‌ ‌con‌ ‌mucha‌ ‌velocidad‌ ‌(…‌ ‌)‌ ‌y‌ ‌que‌ ‌ha‌ ‌llegado‌ ‌a‌ ‌américa‌ ‌latina”‌.‌ ‌ ‌
A‌ ‌los‌ ‌minutos‌ ‌con‌ ‌un‌ ‌suspiro‌ ‌de‌ ‌por‌ ‌medio‌ ‌decía: ‌ ‌ ‌
– “hemos‌ ‌tomado‌ ‌una‌ ‌decisión‌ ‌en‌ ‌el‌ ‌gobierno‌ ‌nacional‌ ‌qué‌ ‌es‌ ‌dictar‌ ‌un‌ ‌decreto‌ ‌de‌ ‌necesidad‌ ‌y‌ ‌urgencia. ‌ ‌Por‌ ‌ese‌ ‌decreto‌ ‌a‌ ‌toda‌ ‌la‌ ‌Argentina, ‌ ‌a‌ ‌todos‌ ‌los‌ ‌argentinos, ‌ ‌a‌ ‌todas‌ ‌las‌ ‌argentinas‌ ‌a‌ ‌partir‌ ‌de‌ ‌las‌ ‌cero‌ ‌horas‌ ‌de‌ ‌mañana‌ ‌deberán‌ ‌someterse‌ ‌al‌ ‌aislamiento‌ ‌social, ‌ ‌preventivo‌ ‌y‌ ‌obligatorio”. ‌
Miré‌ ‌a‌ ‌mi‌ ‌mama, ‌ ‌a‌ ‌mi‌ ‌perro, ‌ ‌deje‌ ‌la‌ ‌comida‌ ‌y‌ ‌mi‌ ‌cabeza‌ ‌empezó‌ ‌a‌ ‌repetir, ‌ ‌la‌ ‌facultad, ‌ ‌el‌ ‌trabajo, ‌ ‌el‌ ‌Yape, ‌ ‌Los‌ ‌Cortaderos, ‌ ‌la‌ ‌militancia, ‌ ‌el‌ ‌trabajo, ‌ ‌la‌ ‌facultad, ‌ ‌el‌ ‌trabajo, ‌ ‌el‌ ‌Yape, ‌ ‌Los‌ ‌Cortaderos, ‌ ‌la‌ ‌militancia, ‌ ‌el‌ ‌trabajo‌ ‌y‌ ‌así. ‌ ‌
‌Esa‌ ‌noche‌ ‌tenía‌ ‌claro‌ ‌que‌ ‌la‌ ‌pandemia‌ ‌iba‌ ‌a‌ ‌impactar‌ ‌fuertemente‌ ‌en‌ ‌nuestras‌ ‌vidas‌ ‌cotidianas. ‌ ‌ ‌
A la mañana siguiente hablando por WhatsApp con “Chuchu”, amiga que me dio la militancia, le pregunté cómo se había tomado lo que dijo Alberto y me contestó:

“A mí me da miedo traer algo del laburo al barrio o a mi casa, pero bueno tomé muchas medidas para cuidarme en el trayecto (…) Le hablé también a mi vieja y le dije que no vaya a laburar y mi hermano el más chico, sufre de asma y trabaja en las macetas así que también le dije que no vaya, prefiero trabajar yo y que ellos se queden acá a que se terminen exponiendo (…) Igual me pone re mal todo esto.”

Chuchu vive por la zona norte de la ciudad de Córdoba Capital, en un radio más o menos de nueve manzanas, barrio Los Cortaderos. Trabaja‌ ‌como‌ ‌personal‌ ‌de‌ ‌limpieza‌ ‌en‌ ‌una‌ ‌clínica‌ ‌privada‌ ‌de‌ ‌Córdoba‌ ‌y‌ ‌esa‌ ‌remuneración‌ ‌es‌ ‌el‌ ‌único‌ ‌ingreso‌ ‌fijo‌ ‌que‌ ‌entra‌ ‌en‌ ‌su‌ ‌casa. ‌ ‌Desde‌ ‌la‌ ‌clínica‌ ‌le‌ ‌avisan‌ ‌que‌ ‌por‌ ‌el‌ ‌periodo‌ ‌de‌ ‌cuarentena‌ ‌iban‌ ‌a‌ ‌reducir‌ ‌personal‌ ‌y‌ ‌qué‌ ‌le‌ ‌iban‌ ‌a‌ ‌suspender‌ ‌15‌ ‌días‌ ‌laborales‌ ‌al‌ ‌mes. ‌ ‌Obviamente, ‌ ‌reduciendo‌ ‌salarios. ‌ ‌ ‌

‌Entre‌ ‌charlas‌ ‌me‌ ‌contaba‌ ‌que: ‌ ‌- ‌ “‌al‌ ‌tener‌ ‌solamente‌ ‌ese‌ ‌recurso‌ ‌como‌ ‌ingreso‌ ‌fijo‌ ‌a‌ ‌una‌ ‌casa‌ ‌donde, ‌ ‌mi‌ ‌vieja‌ ‌y‌ ‌mis‌ ‌hermanos‌ ‌trabajan‌ ‌de‌ ‌changas. ‌ ‌Y‌ ‌al‌ ‌generar‌ ‌ese‌ ‌recorte‌ ‌termina‌ ‌afectando‌ ‌un‌ ‌toque” ‌. ‌ ‌ ‌
-“‌ ‌‌Los‌ ‌primeros‌ ‌días‌ ‌de‌ ‌cuarentena‌ ‌mi‌ ‌vieja‌ ‌pagó‌ ‌la‌ ‌mayor‌ ‌cantidad‌ ‌de‌ ‌cuentas‌ ‌y‌ ‌después‌ ‌no‌ ‌teníamos‌ ‌para‌ ‌comprar‌ ‌una‌ ‌lavandina‌ ‌para‌ ‌cuando‌ ‌yo‌ ‌llegaba‌ ‌de‌ ‌trabajar‌ ‌y‌ ‌que‌ ‌pudiésemos‌ ‌desinfectar‌ ‌las‌ ‌cosas‌ ‌y‌ ‌me‌ ‌preguntaba‌ ‌¿cómo‌ ‌bancábamos‌ ‌como‌ ‌familia‌ ‌todo‌ ‌esto?‌ ‌y‌ ‌lo‌ ‌que‌ ‌se‌ ‌nos‌ ‌ocurrió‌ ‌es‌ ‌garantizar‌ ‌la‌ ‌comida‌ ‌de‌ ‌los‌ ‌más‌ ‌chicos‌ ‌y‌ ‌que‌ ‌los‌ ‌demás‌ ‌veíamos‌ ‌en‌ ‌el‌ ‌transcurso‌ ‌de‌ ‌los‌ ‌días‌”.‌ ‌

Sin tanto que agregar en la charla, estando desde un lugar más de escucha, pero también en mi cabeza pensaba que mi compañera además de lo que me cuenta, es la persona que lleva adelante una asamblea barrial, la que le pone ‌el‌ ‌cuerpo‌ ‌al‌ ‌problema‌ ‌estructural, ‌ ‌la‌ ‌que‌ ‌ para‌ ‌la‌ ‌olla‌ ‌en‌ ‌este‌ ‌contexto‌ ‌actual.

Ella continúa y me dice – “Por‌ ‌un‌ ‌lado‌ ‌me‌ ‌ayuda‌ ‌un‌ ‌montón‌ ‌el‌ ‌laburo‌ ‌y‌ ‌por‌ ‌otra‌ ‌me‌ ‌cuestiono‌ ‌por‌ ‌el‌ ‌lado‌ ‌que‌ ‌no‌ ‌termine‌ ‌el‌ ‌secundario, ‌ ‌antes‌ ‌de‌ ‌llevar‌ ‌el‌ ‌curriculum‌ ‌vitae‌ ‌a‌ ‌la‌ ‌clínica‌ ‌andaba‌ ‌en‌ ‌bicicleta‌ ‌todo‌ ‌el‌ ‌día‌ ‌laburando‌ ‌en‌ ‌casas‌ ‌de‌ ‌familia‌ ‌desde‌ ‌los‌ ‌15‌ ‌años‌ ‌y‌ ‌no‌ ‌ganaba‌ ‌nada. Y‌ ‌ahora‌ ‌es‌ ‌como‌ ‌que‌ ‌todo‌ ‌el‌ ‌tiempo‌ ‌me‌ ‌tengo‌ ‌que‌ ‌conformar‌ ‌con‌ ‌lo‌ ‌que‌ ‌hay.” ‌ ‌ ‌

– “Siempre‌ ‌me‌ ‌dicen, ‌‌acordate‌ ‌de‌ ‌esto, ‌ ‌acordate‌ ‌de‌ ‌aquello‌ ‌y‌ ‌eso‌ ‌también‌ ‌me‌ ‌genera‌ ‌mucha‌ ‌bronca. ‌ ‌Más‌ ‌que‌ ‌todo‌ ‌porque‌ ‌no‌ ‌se‌ ‌si‌ ‌un‌ ‌secundario‌ ‌me‌ ‌define, ‌ ‌porque‌ ‌el‌ ‌rol‌ ‌que‌ ‌cumplo‌ ‌en‌ ‌la‌ ‌clínica‌ ‌es‌ ‌de‌ ‌limpiar‌”. ‌ ‌
El covid-19 atravesó nuestras vidas cotidianas sin dudas, pero también nos deja preguntas, re-preguntas y por supuesto, reflexiones. Chuchu a los días de la charla me dice: “anoche la flaye un poco, te lo quería mostrar” y me comparte sus palabras hechas poesía, exponiendo cómo la atraviesa un virus que se propaga y sigue merodeando en cada mesa.

Será que por las noches
los insomnios aparecen
pensando cómo hacer cuando amanezca?
es que mientras un virus avanza
nos arrebata un plato más
de nuestra mesa.
Tal vez sea el silencio de la plaza
tal vez el vacío de la cuadra
tal vez las grutas sin los pibes
capaz sea la ausencia
de una pelota girando o
las carcajadas de un montón de niñxs
que hacían que lo cotidiano
no pesara tanto.
Nacimos luchando
crecimos con muros derribados
hoy el encierro nos consume
como el cigarro que dejamos
al lado de la foto
de un amigo que ya no está.
Mientras que el mundo no para
en nuestro barrio seguimos
revolviendo
una olla
el hambre no espera
las adicciones tampoco
acá seguimos luchando
y no es poco.”

 

¿Cómo se milita en cuarentena?
Por Carla Nannini

Ya pasaron cerca de dos meses desde que la Organización Mundial de la Salud declaró al virus Covid-19 “Pandemia Mundial” y algunos días menos desde que nuestro presidente, Alberto Fernández, decretó las medidas de Aislamiento Social Preventivo.

Mis días transcurren monótonos, y aunque estemos cerca de la mitad del 2020 yo siento que todavía no empezó.
Las noticias y los comentarios de mi entorno siguen siendo los mismos que al principio, como si nada hubiese pasado desde ese 19 de marzo del 2020 cuando me avisaron que debía dejar de ir a trabajar, de ver a mis amiguxs, de visitar a mi familia, de cursar, y de salir a tomar mates a la plaza, entre muchas otras actividades.
Las discusiones sobre las medidas también siguen siendo las mismas:
Que si se tiene que levantar o no.
Que el turismo está parado.
Que el día del padre se tiene que postergar un mes para que las ventas se activen.
Que estamos en crisis y la economía está frenada.
Que la gente quiere salir de la casa porque ya no saben qué hacer.

Hasta hace unos días, para mí la cuarentena era sinónimo de quietud, una quietud obligatoria. Había que quedarse en casa y eso significaba todo lo contrario a movimiento. No me podía mover yo y, según lo que se escuchaba, tampoco se estaba moviendo ni la economía, ni el turismo, ni los negocios. Nada.

“El país está parado” escuche que le gritaba un hombre de unos 50 y pico de años a otro de aproximadamente la misma edad, mientras yo caminaba a hacer las compras semanales. Un par de días después, veo en las redes -que al parecer es lo único que se sigue moviendo, y más que nunca- una publicación de la Chuchu, una amiga y compañera de militancia y carnavales.

La publicación era bastante cortita y al pie: tenía una foto, y un par de palabras organizadas en forma de versos.
La foto estaba tomada un poco torcida, pero se veía a simple vista el frente de una casa. Yo la reconocí al instante porque me ayudaron los recuerdos, pero voy a tratar de describirla lo más fielmente para que ustedes puedan imaginarla.

En el frente de la casa se podía notar que la puerta estaba abierta y adentro parecía distinguirse la sombra de una persona y una luz encendida. Las paredes se diferenciaban de las de una casa cualquiera por los dibujos que las decoraban. Del lado derecho de la puerta, había un mural que te invitaba a pasar a La Casita de la Pode, rodeado de colores que daban cuenta de la alegría de pertenecer.

Donde terminaba el frente de la casa, se podían ver algunos árboles, un pedazo de calle y el cielo atardecido que se ve hermoso en todos lados, pero más en Los Cortaderos. El barrio, lleva su nombre en honor a los cortaderos de ladrillos que desde el inicio le dieron trabajo a la gente que vivía por la zona.

Es un pedacito de monte ubicado al norte de la ciudad de Córdoba, a donde llegar se le dificulta a cualquiera. Y no por causa de la inseguridad que advierten los medios de comunicación, o porque sea considerado zona roja, sino porque solo entran seis colectivos, de la línea 26, al día.

Cuando le pregunté a la Chuchu qué se podía ver en la foto de esa publicación para ella, me respondió esto:
“Es la primera vez que en el barrio tenemos un centro cultural y claramente desde el pequeño espacio que llegue a ser, transmite un montón por dentro de la casita y por fuera, para el barrio…”

En la Casita de la Pode se construyeron diferentes espacios. Algunos de educación popular: murga, fútbol, apoyo escolar y comunicación; y otros alimentarios: el merendero y el comedor, en donde además trabajan vecinas del barrio. “Donde puedo estar dando una mano estoy” nos cuenta la Chuchu, haciendo referencia a su rol como militante de la organización La Poderosa. Además, como dijimos anteriormente es ella quién referencia la asamblea de Los Cortaderos.

“Creo que es una parte mía, o casi familiar, me paso la mayor parte del día ahí, proyectando o imaginando cosas que podemos lograrlas con el hecho que este La Casita acá. (…) Y en el barrio, nombrar la casita es como el quiosco del guari. Al barrio le costó mucho comprender la función y tomarla como parte del barrio, que hoy me sorprende que cada evento el barrio lo festeja, que los espacios que se dan en la casita es una semilla para un futuro mejor”.
Mientras ella me iba relatando que significaba para el barrio y para ella La Casita, yo no podía dejar de pensar qué pasaba en con esos espacios, que sostienen a barrios enteros gracias a su movimiento, en épocas de cuarentena.
Como se le obliga a permanecer quieto a un espacio donde se brindan los únicos talleres y actividades recreativas que hay en el barrio para lxs pibes, el apoyo escolar que muchos xades no pueden pagar y un comedor que funciona para 400 personas aproximadamente.

Por suerte, la tengo a la Chuchu para que me explique de la forma más simple y concreta esas cosas que a veces, son muy difíciles de entender. Cuando le pregunté cómo cambió su militancia en la cuarentena, su respuesta fue esta:
“No cambió, al final me terminó enseñando que estos son los momentos donde más tenemos que estar poniendo en cuerpo”. Y agregó, “Es preocupante la situación” mientras me contaba que durante los últimos dos meses aumentó la cantidad de personas que dependen del comedor para tener un plato de comida, al menos dos veces a la semana.
“En el barrio las fuentes de trabajo son los hornos de ladrillos y las fábricas de macetas que frenaron toda producción. Y la mayoría trabaja en changas y limpiando casas de familias y cuando empezó todo esto de la pandemia pegó muy fuerte en los bolsillos, porque la mayoría trabaja en negro”.

A veces, las desigualdades son tan grandes y las luchas tan necesarias, que no te permiten quedarte quieta, ni siquiera cuando te lo pide el presidente de la Nación. La Chuchu es el ejemplo más claro y cercano que tengo de eso.
“En un momento se frenó todo… por la incertidumbre y el miedo que generaba la cuarentena, pero no duró una semana, que seguimos sosteniendo las ollas en La Casita. Garantizando un plato de comida para cada familia del barrio. (…) Mucho tiempo me costó esa palabra: militar. Tal vez lo veía del lado de hacer algo mejor para el barrio, pero una vez que entendí las luchas que hacíamos en las calles ese día me di cuenta que militar se trataba de transmitir todo por fuera, todo en las calles”.

Hoy las calles no se pueden habitar, y yo lo sentí por primera vez en este tiempo, el 24 de marzo. Era un sentimiento de nostalgia, mezclada de vacío y de querer tener alguien al lado, cantando, bailando, tomando mates.
Hoy las calles no se pueden habitar, pero las injusticias y las desigualdades se siguen profundizando, y se sienten a flor de piel en lxs cuerpxs de lxs jovenxs militantes de los sectores populares. Que por más que les pidan, les ruegen, les obliguen; que por más que ellxs mismxs lo deseen, no pueden quedarse quietxs.

Cuando le pregunté qué quiso transmitir en su publicación de Instagram, ella me respondió: “Lo que nos enseñó todo este tiempo o lo que creímos un día que estaba perdido. Creo que siempre se nos ponen miles de obstáculos, pero creo que gracias a La Casita aprendemos un montón como comunidad”.

Y aunque parece imposible pensar en comunidad en estos tiempos de pandemia, en donde los sentimientos más recurrentes hacen alusión a la soledad, lo individual, el aburrimiento, hoy más que nunca, lo considero necesario.
Reflexionar sobre comunidad y militancia se vuelve un desafío que me lleva a pensar en todas las formas que se siguen sosteniendo; y en aquellas que se re-crean, adaptándose al contexto. Pensarnos en comunidad desde nuestros lugares, transforma completamente mi visión de la cuarentena como quietud, y a pesar de la incertidumbre -que en estos días se vuelve inevitable- me permite sentirme abrazada, y acompañada.

Para la Chuchu su barrio es “un lugar con un montón de luchas, con personas llenas de sueños”. Después de esa frase hermosa, como si volviera a la realidad, agrega: “y a la vez, pensándolo bien, creo que no me alcanzan las palabras para expresar lo que se siente de acá adentro, vivir y sobrevivir a toda la mierda que siempre nos pusieron”.
En su publicación de Instagram, debajo de la foto, sus palabras organizadas en forma de versos traspasan la piel y se dejan sentir:

“Muchas palabras para expresar,
pero a las palabras se las lleva el viento
dejame nomas con sentir esto tan profundo de que hoy estés aquí
vos sí que nos enseñas todos los días
pero qué lindo que se siente desde adentro la lucha interna”

Y la cuarentena deja de ser todo lo contrario a movimiento.

Mayo de 2020

*Estudiante de Lic. en Trabajo Social de la FCS-UNC. Ayudante alumna del proyecto de investigación “Jóvenes, educación, trabajo y participación: Estrategias y circuitos de acceso que los jóvenes de sectores populares despliegan en contextos y tiempos de restricciones”.

**Estudiante del quinto nivel de la Lic. En Trabajo Social. Miembro activo del equipo de investigación “Jóvenes, educación, trabajo y participación: Estrategias y circuitos de acceso que los jóvenes de sectores populares despliegan en contextos y tiempos de restricciones”. Actualmente me encuentro realizando la tesina de grado en la temática juventudes y participación. Además, realizo una ayudantía de extensión en las Consejerías de Salud Sexual y (no) Reproductiva de la FCS y soy becaria del Programa Sociales Pares (de acompañamiento a trayectorias educativas.

*** FREIRE, Paulo (2015) “Pedagogía de la indignación. Cartas pedagógicas en un mundo revuelto” 4ta edición Siglo XXI.