Nisun: la venganza del pueblo murciélago y lo que él puede enseñarnos sobre el nuevo coronavirus

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Por Els Lagrou* – Traducido por Isabel Naranjo

Los Huni Kuin del Acre y del este de la selva amazónica peruana comparten con muchos otros pueblos indígenas de la región una filosofía de vida que podríamos llamar de ecosófica(1) y que atribuye la mayor parte de las enfermedades al hecho de consumir animales. Las personas se enferman porque la carne de caza y los pescados e inclusive algunas plantas que consumimos y otros seres que agredimos o con los cuales tenemos interacción, cobran venganza y mandan su nisun, dolor de cabeza y mareo que puede resultar en enfermedad y muerte.

El chamanismo y el uso de plantas psicotrópicas, como el tabaco y el ayahuasca, sirven para descubrir la acción de estos agentes invisibles y de contra-efectuar, a través del canto, del soplo, de perfumes y plantas medicinales, el movimiento de captura del espíritu de la víctima por parte de los dobles de los animales muertos. El universo de la selva es, así, habitado por una multiplicidad de especies que son sujetos y negocian su derecho al espacio y a la propia vida. En este universo la cosmopolítica de los humanos consiste en matar solamente lo necesario y en negociar con los dueños de las especies o con los propios dobles de los animales. Se tiene aguda (con) ciencia de que para vivir es necesario matar y de que toda acción, toda depredación, desencadena una contra-depredación.

Cuando la cuarentena fue anunciada en Brasil, mi amigo, el líder de canto de la ayahuasca, Ibã Sales Huni Kuin, se despidió por teléfono: “vamos a retirarnos en la selva, vamos a quedarnos quietos y no vamos a dejar entrar a nadie más, porque todo eso es nisun”. Nada sabía, todavía, sobre las hipótesis de la causa del nuevo virus, que apuntan de hecho para el nisun de otras selvas. Y a pesar de que el nombre dado a los Huni Kuin por sus enemigos es Kaxinawa, pueblo murciélago, no consumen estos animales porque los consideran seres que poseen yuxin, el poder de transformar la forma. Lo que puede un virus, sin embargo, Ibã y sus parientes indígenas lo saben muy bien. Pues virus importados, como la influenza y la viruela, causaron, en el pasado, más muertes en su población de lo que las guerras emprendidas contra ellos en la época de invasión de sus tierras.

La narrativa científica más aceptada del momento, por lo que conseguimos deducir de la literatura disponible y de libre acceso durante la pandemia, atribuye la enfermedad COVID-19 al paso de un coronavirus, llamado SARS-CoV-2, de una especie de murciélago [horseshoe bat] que vive en las selvas chinas al ser humano(2). La hipótesis se basa en la secuenciación del genoma del virus SARS-CoV-2 y sus grandes semejanzas con un coronavirus presente en estos murciélagos. Otro animal que hospeda un virus genéticamente muy similar es el pangolín, un tipo de armadillo asiático muy apreciado como manjar y medicina por gran parte de la población china. Una de las hipótesis es que éste podría haber sido un anfitrión intermediario del virus entre el murciélago y el humano(3); no obstante, las últimas investigaciones afirman que el coronavirus del murciélago es más próximo al SARS-CoV-2 de lo que es el encontrado en los pangolines. Ambos animales son consumidos en China y en otros países asiáticos. Los primeros casos del nuevo coronavirus fueron detectados en un gran mercado de Wuhan en China, donde se venden animales selváticos vivos, entre ellos murciélagos y muchos pangolines, a pesar de que su captura y comercialización están prohibidas.

El “zoonotic spillover” (derrame infeccioso de origen animal) de virosis que conviven con especies selváticas sin causarles mal, hacia seres humanos, donde causan pandemias aterradoras, no comenzó ni acabará con el nuevo coronavirus. Otras epidemias recientes como la malaria, el SIDA y la fiebre amarilla fueron resultados del spillover entre selva y ciudad. El problema es especialmente interesante para la antropología en general y para la etnología en particular porque nuestra disciplina se interesó desde el comienzo por las complejas relaciones entre humanos y animales, Naturaleza y Cultura, ciudad y selva. Agentes patógenos, que conviven de forma simbiótica con sus anfitriones animales, pueden representar diferentes grados de peligro para los humanos, dependiendo de la cultura o de la sociedad específica en cuestión. Las reglas de dieta y de negociación respecto de la caza sugieren un saber acumulado, por parte de los pueblos de la selva, sobre el potencial patógeno de los animales. Estos poseen sus propios hábitos y hábitats que deben ser respetados si se quiere que el animal cazado no se vuelva contra el cazador.
La novedad de estas nuevas epidemias, argumentan los epidemiólogos y biólogos, consiste en la rapidez con que el virus viaja y se multiplica en el medio humano, por causa de la gran aglomeración y circulación de seres de la misma especie en las ciudades y en las regiones de tránsito entre las ciudades y las selvas. La realidad relacional contemporánea de intensa circulación de personas, mercancías y animales es el cronotopo perfecto para la diseminación de esta nueva amenaza mundial. Este cronotopo va acompañado de una reducción cada vez mayor de las áreas de selva donde los anfitriones de los agentes patógenos convivían con los virus de modo que estos no les causaban enfermedades, ni lo transmitían a los seres humanos.

En una entrevista dada a la CNN [20/3/2020] titulada “the bats are not the blame”, “los murciélagos no son los culpables”, Andrew Cunningham, Profesor de la Zoological Society de Londres, afirma que: “la causa del “zoonotic spillover”, o la transferencia de murciélagos u otras especies salvajes, es casi siempre el comportamiento humano”. El biólogo anota algunas características interesantes de los murciélagos que nos ayudan a entender su importancia y sus peligros para los humanos. Los murciélagos son los únicos mamíferos que vuelan, lo que significa que ellos pueden cruzar grandes distancias y diseminar muchos agentes patógenos. Pero ellos también son los polinizadores más importantes de la selva tropical y muchas especies dependen exclusivamente de los murciélagos para sobrevivir. En el mito de origen de las plantas cultivadas de los Huni Kuin, fue un quatipuru –ardilla amazónica— transformado en hombre que enseñó el cultivo de las plantas a los humanos. A su vez, el mismo quatipuru sabía transformarse también en murciélago. A los murciélagos, como a los humanos, les gusta vivir en grandes grupos, lo que facilita la diseminación de semillas, polen y virus. El vuelo del murciélago requiere mucha energía, afirma Cunningham, lo que produce altas temperaturas en el animal, temperaturas que en el ser humano significarían fiebre. Es por esta razón que cuando pasa al humano, el virus es tan virulento. Otro elemento interesante es que, como los humanos, los murciélagos sienten estrés. Cuando perciben su hábitat dañado por la deforestación o cuando son amontonados vivos en grandes mercados, junto a otros animales, para ser sacrificados, el aumento del estrés presiona su sistema inmune y puede hacer con que un virus latente se vuelva manifiesto y más contagioso.

No es el hecho de que los humanos coman carne de caza la causa de las epidemias. Las epidemias son el resultado de la deforestación y de la extinción de los animales que antes eran sus anfitriones simbióticos. Las epidemias también son el resultado de una relación extractivista de las grandes ciudades con las selvas. Ellas surgen en las franjas de las selvas amenazadas. En los intersticios de la fricción interespecie y de ahí son rápidamente transportadas para el mundo entero a través de camiones, barcos y aviones. Y no es solamente el estrés del animal cazado el que causa pandemias, otros animales también sufren y causan enfermedades. Estos son prisioneros de otra área intersticial entre la selva y la ciudad, el área rural del gran agronegocio alimenticio, propicia para el surgimiento de nuevas gripas virulentas que pueden transformarse en pandemias. Es en las granjas de crianza industrializada de gallinas y cerdos confinados que surgieron hace algunos años la llamada “gripe porcina” y otras que fueron el anuncio del virus que observamos hoy.

La gran red que conecta humanos y no humanos es la causa y la solución para el problema. Vivimos, en escala planetaria, un problema en común; su solución también tendrá que ser común. Vendrá del intercambio interdisciplinar e internacional de informaciones, pero vendrá sobre todo, de lo que podemos aprender de otras tradiciones de pensamiento que no se construyeron sobre la separación dualista entre naturaleza y cultura. La sustitución de ontologías relacionales por la oposición entre “sujeto” y “objeto”, resultando en una ontología dualista, posibilitó la empresa modernista y capitalista y su invención de una máquina de conquista del mundo, capturando en sus engranajes hasta a las más resistentes minorías humanas y no humanas, que intentan sobrevivir en sus márgenes.

Las ontologías de esas minorías, sin embargo, hablan un lenguaje que contiene conocimientos vitales para el planeta hoy y que necesitamos traducir, con urgencia, para el lenguaje de la ciencia. Así, en su videoconferencia para el Coloquio “Os mil nomes de Gaia” [2014], Donna Haraway hace un llamado para una consciencia renovada de como todos los seres, incluyendo de los humanos, son compuestos de otros seres y enmarañados en una densa malla de devenir-con. En lugar de inter-relacionalidad, estamos lidiando con intra-relacionalidad, somos entidades compuestas de relaciones, entrecruzadas por otras agencias, y habitadas por subjetividades diferentes. Somos múltiples y dividuos en lugar de individuos; somos fractales. Somos habitados por bacterias y virus saludables y nocivos que traban batallas interminables. Estos nuevos descubrimientos científicos se acercan cada vez más a lo que las filosofías amerindias hace tiempo intentan enseñarnos. “La noción de una entidad sumada al medio ambiente no puede ser más pensada […] Tenemos lo que los biólogos llaman de holobiontes, la colección de entidades en conjunto en su relacionalidad que construyen una entidad lo suficientemente buena para sobrevivir el día”(4).

La reacción en red planetaria a la nueva pandemia, que se esparce por el aire en pequeñas gotas invisibles, transforma nuestros cuerpos en campos de batalla invisibles donde, a veces, la propia autodefensa, la reacción excesiva de nuestro sistema inmune a los invasores, mata las células vitales y acaba destruyendo nuestros órganos. O sea, cuando el sistema está muy estresado se autoconsume. No es el hecho de que comamos cerdos, murciélagos, gallinas y pangolines lo que causa epidemias mundiales, pero sí el modo como la civilización mundial, que se alimenta del crecimiento sin fin de las ciudades sobre las selvas, los árboles y sus habitantes, dejó de escuchar la rebelión, no de las cosas, sino de los animales, de las plantas y de Gaia. O como diría Ailton Krenak, las personas fueron alienadas y arrancadas de la tierra que es viva y con la cual es necesario dialogar, convivir(5).

 

*Profesora titular de Antropología de la Universidade Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), docente e investigadora en el Programa de Posgrado en Sociología y Antropología (PPGSA/UFRJ).

Referencias
(1) Término usado por Kay Arhem en “Ecosofia Makuna”, 1993, In La Selva Humanizada: Ecología Alternativa en el Trópico Húmedo Colombiano. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología, pp. 109-126.
(2) Wallace, Rob; Liebman, Alex; Chaves, Luis Fernando; Wallace, Rodrick, April 1, 2020, “COVID-19 and Circuits of capital”, in Monthly Review, New York.
(3) Tommy Tsan-Yuk Lam, Marcus Ho-Hin Shum, Hua-Chen Zhu, Yi-Gang Tong, Xue-Bing Ni, Yun-Shi Liao, Wei Wei, William Yiu-Man Cheung, Wen-Juan Li, Lian-Feng Li, Gabriel M. Leung, Edward C. Holmes, Yan-Ling Hu & YiGuan. 28.03.2020,“Identifying SARS-CoV-2 related corona viruses in Malayan pangolins”, In Nature, www.nature.com
(4)Donna Haraway, “Tentacular Worldings in the Chthulucene”, 2014. Videoconferencia. Disponible en: <https://thethousandnamesofgaia.wordpress.com/&gt;. Acceso en: 01/12/2017.
(5) Krenak, Ailton. 2019. Idéias para adiar o fim do mundo. Companhia das Letras.

Publicado en Blog da Biblioteca Virtual do Pensamento Social (13 de abril de 2020)