No es lo mismo estar en cuarentena

Volver a Jóvenes en cuarentena

Por Marco Gabriel Villa Ponza*

Mariano tiene 17 años. Está cursando el último año del secundario en una escuela de Rio Segundo. Cursa con su grupo de amigos, y desde que empezó la cuarentena, no los puede ver. A Mariano le encanta juntarse los fines de semana y salir de fiesta. Es una persona preocupada y responsable con las materias del colegio, siempre tiene todo al día –o por lo menos lo intenta-. Tiene una lista de las materias de cada día y de las tareas para la semana. Una tarde le pregunte por que no hacia una video llamada para conversar con sus amigos que hace tiempo no los veía, me respondió: “No es lo mismo”. Estar cara a cara, reírse a la par, compartir un vino, contar alguna anécdota de cuando eran más chicos, escuchar música bien fuerte son algunas cosas que se postergadas por el aislamiento y la cuarentena que no pueden ser reproducidas con la misma intensidad de manera virtual.

Se lo ve cansado, estresado, tiene la esperanza de volver a clase para poder hacer la presentación de su conjunto de promoción que es una costumbre que se realiza hace años en su colegio. Este “ritual” juvenil que se realiza hace años representa el fin de la cursada escolar y el comienzo de otra etapa en sus vidas, ya sea la continuación de los estudios universitarios o la búsqueda de algún trabajo, entre otras alternativas. El curso se encarga de elegir colores, diseños, prendas decoran el colegio y hacen una gran entrada mostrando la ropa. No realizarla significa un fin incompleto como si se te fuera la luz justo al final de la película. Le ofrecieron realizar la presentación vía on-line, ya que la situación de aislamiento no permite realizar la mítica coreografía, y respondió: “No es lo mismo”. Llega la hora de evaluar, los profesores exigen, los estudiantes se agotan. “No entiendo nada, que pretende que hagamos”, frase que se repite día a día con los intentos de los maestros de hacer las clases más amenas e interesantes.

En una materia, a modo de evaluación le enviaron un formulario y una captura de pantalla con una serie de preguntas a resolver. “No es lo mismo” le reclamaron al profesor. Tal vez las típicas evaluaciones de 5 preguntas a desarrollar no eran tan aburridas, o sí, pero era a lo que estaban acostumbrados y no se tenían que hacer la misma pregunta en cada materia: ¿Cómo me van a tomar?,¿Que van a tener en cuenta?,¿Será más fácil o difícil?.

Compartir las mañanas con una madre docente me permite poder escuchar las videoconferencias que realiza con sus alumnos de 2do año y ver como es el detrás de escena de cada clase. “Buen día” dice mi mamá. Casi inaudible y con voz de recién levantado contesta el primer alumno en conectarse “hola profe..”. Pasada la hora agendada de reunión comienzan a entrar de a grupos.

Empieza la clase, toman asistencia. Algunos no pudieron conectarse porque no tenían internet, o algún familiar estaba usando la computadora, o tal vez se quedaron dormidos. Se explican los temas centrales de clase y llegando al final se les pregunta a los alumnos “¿Alguna duda?”. Silencio ensordecedor. Se puede escuchar como el hermano de algún alumno le pregunta si ya termino la clase porque tiene que usar la compu. Hace otra pregunta; “¿Cómo se sienten?”. Segundos después aclara que deben pedir permiso para hablar, que si hablan todos juntos no se entiende: “Primero González”, “¡espere López!”, “Ya va a llegar su turno”.

Anécdotas y risas, ideas y locuras de encierro, actividades y hobbies que realizan, todos quieren hablar, todos quieren comentar lo que hacen y lo que dejaron de hacer. Se acabó el tiempo, se cierra la sesión, la profesora envía un mensaje al grupo de Whatsapp que tiene con sus alumnos, “No pudieron hablar todos, la semana que viene seguimos”. Minutos después el teléfono de mi mamá no para de sonar por los mensajes de agradecimiento por darles el espacio para compartir lo que vive cada uno.

Cada vez que pienso sobre estas situaciones y respuestas de los alumnos o las exclamaciones de Mariano, se vienen a mi cabeza muchas preguntas que tal vez las respuestas sean aún más complejas de responder: ¿Cómo nos afecta el aislamiento?,¿Qué sentimientos y emociones nos despierta?, ¿Alguien nos escucha?, ¿Volveremos a lo mismo?

*Estudiante de la Licenciatura en Ciencia política de la Facultad de Ciencias sociales de la UNC y ayudante alumno del proyecto “Jóvenes, educación, trabajo y participación: Estrategias y circuitos de acceso que los jóvenes de sectores populares despliegan en contextos y tiempos de restricciones”, bajo la dirección de la Mgter. Patricia Acevedo.

**Me interesa contar como la situación de aislamiento social y cuarentena obligatoria nos obliga a cambiar de una forma radical nuestra manera de vivir y de relacionarnos, dando lugar a nuevas formas antes desconocidas o poco utilizadas por la sociedad. Situado en un contexto donde una misma habitación concentra múltiples actividades debido a la restricción de espacios: donde la cocina se convierte en zona de estudio, entrenamiento, charlas, juegos en familia, cine, almuerzo, cena y hasta fondo de videoconferencias. Además, de consignar un “corte” en la cotidianidad presentándose en situaciones de incertidumbre y confusión que nos ubica en una posición de reflexión sobre nuestro futuro. En los registros que comparto busco transmitir este sentimiento de cambio: cosas que antes que eran comunes, ahora son extrañas; casos en los que se pretende “hacer como que nada pasa” se convierten en situaciones tensas de incomodidad; rutinas que no encajan en nuestras vivencias de encierro. Mientras tanto, a la vuelta de la esquina nos espera una nueva normalidad, que tal vez tenga más cosas nuevas que “normales”.