¿wi-fi o comida?

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Por Julieta Romina Alonso1

 

En nuestro país la educación tiene para las clases medias y para los sectores populares un carácter valorativo fundamental, significa la posibilidad de un futuro mejor, aspirar a un trabajo digno y mejorar sus condiciones materiales, pero también para muchas familias es que sus hijos dejen de estar excluidos de espacios sociales, políticos, culturales y físicos.

Frente a la pandemia se obliga a miles de personas y familias a elegir satisfacer solo las necesidades vitales, relegando a otras pese a su importancia, como la educación, ésta es uno de los principales factores de ajuste. Más de la mitad de los jóvenes en Córdoba son pobres sin los recursos económicos, materiales, emocionales y psicológicos, la educación se vuelve un privilegio, donde a la carestía que antes dificultaba su continuidad, se le suman nuevos impedimentos como el requisito al acceso a tecnología e internet, y la familiarización con estas. En este contexto la desigualdad se vuelve más visible al crecer las tasas de deserción fundamentalmente en las familias menos pudientes, frente a su imposibilidad objetiva de poder continuarla o iniciarla.

La educación no debería ser una de las tantas aristas que fortalecen la brecha de desigualdad social, orientarla hacia la transformación social y la eliminación de la desigualdad debe ser combinado con el proyecto societario de garantizar la misma en todos sus niveles para todos los sectores sociales, de manera íntegra incluyendo todos los factores que se ponen en juego a la hora de poder recibirla y participar de la misma. En la ciudad que soñamos la educación es una herramienta social compuesta por y para el pueblo, no una herramienta para el ascenso individual de la que solo algunos pueden acceder, y otros menos decidir sobre ella.

 

1 Estudiante de la carrera de Licenciatura en Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC