La filósofa argentina Esther Díaz aborda el desafío intelectual que impone el coronavirus en tiempo real: «Nos encontramos frente a un fenómeno que nos incita a pensar».
Etimológicamente, filosofía quiere decir: “amor por la sabiduría”. Desde su nacimiento en la Grecia anterior en cinco siglos al inicio de la era cristiana, hasta la actualidad, la filosofía supo intervenir a través de los tiempos y las geografías en los conflictos y debates fundamentales que humanidad supo atravesar a lo largo de esta historia de veinticinco siglos.
Ésta no parece ser la excepción, y durante la última semana han circulado textos de los españoles Amador Fernández Savater y Santiago Lopez Petit y, traducidos al castellano, otros del francés Alain Badiou, la norteamericana Judith Butler, el esloveno Slajov Zizek, el italiano Franco “Bifo” Berardi y el surcoreano Byung-Chul Han, entre otros.
Esther Díaz comienza la charla haciendo un doble agradecimiento, por el hecho de que se tenga en cuenta su voz a la hora de pensar en el debate del que se ha hecho parte el elenco filosófico internacional.
“En este mundo machista pocas veces se suele tener en cuenta la voz de una mujer filósofa, y mucho menos si es argentina”, comenta.
Durante años dedicada a cuestiones epistemológicas, Díaz supo hacerse conocida en el ámbito filosófico local por su estudio y difusión de la obra de Michel Foucualt, y el año pasado y el anterior, primero a través del film de Martín Farina “Mujer nómade” y luego con su autobiografía titulada “Filósofa punk”, un público mucho más amplio tuvo noticias de la dura vida de esta mujer que hoy, con ochenta años, asume como un “desafío ético” esta dinámica que ha tomado en los últimos días: levantarse, leer tres o cuatro diarios, informarse por las redes sociales e intentar pensar lo que está pasando con el coronavirus, en una búsqueda de contribuir con su mirada a problematizar la situación que como humanidad estamos atravesando con la pandemia.
– ¿Puede aportar algo la filosofía a pensar lo que nos está pasando en estos días?
– Creo que la filosofía está en estos momento en su apogeo, porque desde mi perspectiva, la filosofía no tiene que estar al servicio del pensamiento por sí mismo. Eso no quita que esté mal hacerlo, crear conceptos aunque no tengan ningún tipo de aplicación, dicho muy entre comillas.
Pero no en momentos de crisis, donde aparece tan perturbada la vida cotidiana de todas las personas, mucho más de quienes tienen que vivir la cuarentena con niñas y niños de poca edad, o que son muchos en un espacio chico. Son momentos donde surgen muchos conflictos, sin hablar de los conflictos geopolíticos que esta situación conlleva, porque estamos aún sin saber si esta ha sido la propagación de un virus natural o estamos ante un virus de diseño.
Tengamos en cuenta que hay científicos del área de la salud que están estudiando el tema, yo he hablado con algunos de aquí de la Argentina, y me dicen que es un virus tan sofisticado que no parece ser natural. Así que estamos frente a un problema que es simultáneamente de orden doméstico, científico, geopolítico y económico. Y las distopías que se cumplen. Pensemos que hace medio siglo atrás, acá en este país, Adolfo Bioy Casares escribió su novela “Diario de la guerra del cerdo”, donde cerdo es sinónimo de personas viejas, que son cazadas y asesinados por personas jóvenes.
Esa distopía hoy de alguna manera se está cumpliendo, de manera mucho más sofisticada e invisible como es este virus. Sin ir más lejos, hay quienes incluso la promueven, como hace unos días el vicegobernador de Texas, que dijo que los abuelos deberían dejarse morir para que no se venga abajo la economía.
– Suele darse por supuesto que la filosofía es un oficio que tiene que ver con poca gente. ¿Cómo ves eso?
– Mi experiencia en estos días ha sido la contraria. Mucha gente me escribe cada día pidiendo que de clases por redes sociales, que trate de pensar esto que nos pasa en voz alta.
Yo les contesto diciendo que no puedo, por un lado porque tengo otros trabajos profesionales que hacer, pero además porque no me gusta tampoco guitarrear, como se dice, porque siempre trato de hablar con algún fundamento. Pero es evidente que en estos tiempos estamos ante la necesidad de ejercitar un pensamiento rápido, algo que la filosofía no está tan acostumbrada. Por algo casi todos los filósofos con algún tipo de reconocimiento a nivel internacional han salido a dar su opinión.
Hay cosas dichas –y me incluyo– bastante débiles, y que necesitan ser pensadas, pero ello no quita que reivindiquemos nuestras intervenciones desde la filosofía. Mirá: una vez le preguntaron a Foucault si él creía que la filosofía se tenía que ocupar de los temas políticos del poder, y Foucault respondió que esa era precisamente la función de la filosofía: estudiar al poder para alertar a la población y que podamos pensar cuándo nos están invadiendo, cuándo nos están discriminando y cuándo, por decirlo de alguna manera, nos están marcando buenas rutas. Así que te diría que, por un lado, hay cierta demanda de la población hacia nosotros, pongamos por caso “profesionales del pensamiento”.
Y por otro lado, está nuestra necesidad de posicionarnos. En mi caso lo siento casi como una obligación micro-militante: cada noche me acuesto pensando en qué puedo escribir al otro día, y cada mañana me levanto, leo cuatro o cinco periódicos y veo qué puedo elaborar. Lo siento como necesidad ética: los seres humanos necesitamos teorías que den cuenta de nuestra realidad, por más que a veces la gente no le diga “teorías”, todas las personas tenemos razones para hacer lo que hacemos y pensar lo que pensamos.
Así que cuando nos quedamos sin razones, como parece ser el caso actual, necesitamos más que nunca pensar. Y más en esta situación inédita. He hablado con historiadores y lo que me dicen es que nunca, en la historia de la humanidad, se cerraron como ahora todas las fronteras del mundo y la humanidad se quedó haciendo más o menos lo mismo.
Es decir, que nos encontramos frente a un fenómeno que nos incita a pensar.
– En Hegel, filósofo emblemáticos si los hay, existe esa metáfora que sostiene que la filosofía siempre llega tarde, porque es como el búho de minerva, que levanta vuelo después del amanecer. Vos por el contrario venís insistiendo en la necesidad de ejercer un “pensamiento rápido” en esta coyuntura, ¿no?
– Sí, yo estoy de acuerdo con la frase de Hegel de todos modos, y no estoy –por ejemplo– con la que hizo Zizek en estos días, hablando del futuro. Ha caído en una posición totalmente utópica, diciendo que después toda esta hecatombe que estamos atravesando la humanidad va a ser mejor.
Por lo que se está viendo creo que vamos a ser peores, aunque la realidad te sorprende. En estos días, por ejemplo, pudo verse a muchos barrabravas hacer tareas solidarias. Por eso yo veo toda esta situación como una “transvaloración de todos los valores”, como decía Nietzsche. Creo que va a producirse un cambio absoluto en los valores.
Es momento de pensar, porque está mutando todo; y no lo digo por deformación profesional, porque los acontecimientos mismos nos obligan a quienes nos dedicamos a este oficio a hacerlo, sino porque estoy convencida de que existe una demanda social: de nuestros alumnos, de quienes nos leen.
Así que, como te decía antes, creo que es un momento en donde se dicen cosas propias del pensamiento rápido, pero no dejaría de tener en cuenta que también el pensamiento rápido necesita un background. Por ejemplo –y de esto yo me enteré hace poco tiempo– la gente que hace jazz, que improvisa, toma clases también para improvisar, así que como ves, también la improvisación necesita disciplina.
Entonces, si ya tenés una batería fuerte de conceptos como para avanzar sobre temas como estos, totalmente nuevos, lo tenes que hacer, sabiendo que tal vez podamos decir cosas que no son muy adecuadas, pero creo vale la pena arriesgarse; porque como te contaba, en el intercambio virtual que vengo teniendo en estos días con muchas personas, veo que nuestros discursos muchas veces aliviaban.
Obviamente, hay otros que producen indignación. Pero sea en uno u otro caso, creo que son discursos que contribuyen a gestar líneas de fuga ante toda esta locura en la que estamos inmersos.
Mariano Pacheco
Revista Zoom