Volver a Los Estados de América Latina ante la pandemia
Por Agustín Fernández Righi*
La crisis mundial ocasionada por la pandemia de coronavirus ha interpelado, como lo han hecho en el pasado otras grandes crisis, directamente a los Estados y su lugar en la respuesta. Dicha interpelación ha tenido, quizá, más peso en América Latina por dos motivos. En primer lugar, porque en su condición periférica la región siente los efectos de las crisis de una manera más profunda y disruptiva. En segundo, porque en la búsqueda de herramientas para afrontar la situación, los diversos mecanismos de cooperación internacional que pueden invocarse desde distintas perspectivas ponen a las estrategias de regionalización e integración de América Latina en el centro del debate.
Los posibles caminos que los Estados latinoamericanos puedan seguir en pos de estas estrategias remitirán a aquello que consideren necesario abordar mediante su política exterior, ya sea frente a sus vecinos como al resto del sistema internacional. Es por esto que, como clave para pensar el futuro de los Estados latinoamericanos en su accionar regional e internacional, es menester repasar los cambios que se han producido durante las primeras décadas del siglo XXI en la escena internacional. La evolución que éstos evidencian implica un cambio de escenario fundamental, junto a las interpretaciones que los actores internacionales hagan de los mismos, para pensar el futuro accionar de los Estados de la región.
Los cambios en el escenario internacional
Para comenzar a repasar los cambios surgidos, es posible comenzar reconociendo que el orden internacional como lo conocemos, el caracterizado por el multilateralismo, el auge del comercio internacional y la expansión de la democracia representativa y en vigencia desde el fin de la Guerra Fría, lleva convulsionado en aspectos fundamentales por un tiempo aún más largo que el que lleva acosándonos el COVID-19. El primer elemento irruptor en este orden ha sido el boom de gobiernos de “populismo de derecha” a lo largo del mundo, o en su defecto, partidos y movimientos políticos cada vez más populares y protagónicos, militantes de un nacionalismo que el escenario mundial creía- inocentemente- desaparecido (Albertazzi y McDonnell, 2008). La reemergencia del nacionalismo en la política internacional fue el comienzo de la desarticulación del orden internacional, como arena entre los engranajes.
La llegada a la presidencia de la superpotencia mundial, Estados Unidos, de Donald Trump fue la coronación del elemento anterior. De esta manera el populismo de derecha, nacionalista y revisionista, se ubicó en el centro principal del poder mundial. Si bien es cierto que el mundo se ha vuelto más multipolar, es decir, que ha habido una proliferación de centros de poder, esto ha sido así sólo en ciertas dimensiones (por ejemplo, la tecnología o el comercio) y no en otras, como el poder militar y las finanzas internacionales, en las cuales EEUU ha conservado su centralidad (Mearsheimer, 2014; Kagan, 2017). Por este motivo es que el ascenso del magnate a la Casa Blanca puede considerarse como el mayor revés a las reglas que sostenían aquel orden internacional (CEPAL, 2018), cuyo mantenimiento depende en gran medida de la estima que se les tenga en el Salón Oval. Queda por ver, aún, si la próxima administración de Biden significará un cambio.
La otra pieza, de importancia inescapable, cuyos movimientos han alterado el tablero internacional es la República Popular China. El gigante asiático no sólo ha incrementado enormemente su peso en la economía mundial ya desde hace tiempo, sino que su accionar político ha tenido efectos particulares. Si bien últimamente su protagonismo en lo respectivo a la política internacional se ha basado en la “guerra comercial” con EEUU (hasta que el coronavirus cooptó las pantallas, por lo menos), lo cierto es que su política exterior siempre ha ido, en cierta medida, contraria a las tendencias hasta ahora imperantes en el orden internacional dominado por las potencias occidentales, y en años cercanos se ha vuelto más expansiva, abarcando cada vez más a la región latinoamericana, tanto política como económicamente (Bruckmann, 2015; CEPAL, 2015, 2018; Ferchen, 2011; Slipak, 2014).
Si bien aún puede que sea demasiado pronto para sacar conclusiones mayores, es posible sin embargo realizar algunas apreciaciones a partir de estos cambios. El primero, que remite a Europa, puede relacionarse a la pérdida de protagonismo del Viejo Continente, tanto en términos políticos como económicos. Su capacidad para marcar la agenda internacional de manera activa se ha visto reducida y, si bien es cierto que el peso económico de la Unión Europea la convierte en un bloque de gran importancia, ésta dependerá en el futuro de su capacidad de permanecer unificada y será, de todas formas, incapaz de cambiar el hecho del desplazamiento del centro económico hacia el Pacífico.
En cuanto a los restantes cambios, permiten apreciar a China como una potencia en un ascenso sectorizado, rivalizando con Estados Unidos en algunas áreas y tratando de evitar fricciones en otras, pero con la clara tendencia de ampliar su campo de acción global, como su diplomacia expansiva y sus proyectos de cooperación e inversiones en África y América Latina (incluso en la periferia europea) pueden indicar. También permiten apreciar las dificultades del hegemón norteamericano de reafirmar su posición en ciertas áreas de la política internacional y sectores de la economía mundial, llevándole a necesitar cada vez más de demostraciones de fuerza, a veces sobreestimando las amenazas a su posición (Wise y Chonn Ching, 2017). La imposición, por primera vez, de un candidato estadounidense para dirigir el Banco Interamericano de Desarrollo es un claro ejemplo de este cambio de escenario, causado por el surgimiento de un nuevo actor que puede presentarse como alternativa a las tradicionales potencias occidentales en las relaciones internacionales de los países periféricos.
Los Estados latinoamericanos ante el nuevo escenario
La crisis actual presenta desafíos para todos los Estados, pero la situación de los Estados latinoamericanos es más acuciante, naturalmente, debido a su condición de economías periféricas en un ambiente internacional turbulento y necesitan contar con mayores opciones de política exterior.
El uso que les den a las herramientas de integración y cooperación regional es un aspecto importante, sino central, para el aprovechamiento de dichas opciones. Ante un escenario mundial donde el eje se desplaza del Atlántico hacia el Pacífico (Ratliff, 2009) cada vez de manera más patente, con una China ascendente y donde Estados Unidos permanece aún como el hegemón, si bien retraído, la cooperación entre los países de la región puede determinar cómo se insertarán en el esquema internacional.
Actualmente, muchas de las alianzas de integración de la región han presentado dinámicas bastante débiles, en gran medida debido a que los países de la región suelen verse como competidores antes que como socios estratégicos (Detsch, 2018). Esta cuestión puede ser, quizá, la más importante a la hora de pensar en el accionar futuro de los Estados de América Latina ante la actual crisis, ya que, sean cuales sean las acciones que tomen y cómo las articulen a nivel regional, revertirla será central para que puedan aprovecharse las nuevas opciones de política exterior que comienzan a configurarse, intentando mantener tanto las nuevas como las viejas relaciones sin generar tensiones.
Referencias bibliográficas
Albertazzi, D. y McDonnel, D. (2008). Introduction: the Spectre and the Spectre. En Albertazzi, D. y McDonnel, D. (Ed.), Twenty-First Century Populism. The Spectre of Western Democracy (pp. 1-11). Palgrave Macmillan
Bruckmann, M. (2015). Recursos Naturales y la Geopolítica de la Integración Sudamericana. Imago Mundi
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2015). América Latina y el Caribe y China. Hacia una nueva era de cooperación económica. Autor.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2018). Exploring new forms of cooperation between China and Latin America and the Caribbean. Autor.
Detsch, C. (2018). Escaramuzas geoestratégicas en el “patio trasero”. Nueva Sociedad 275 (1), 79-91.
Ferchen, M. (2011). China-Latin America Relations: Long-term Boon or Short-Term Boom?. The Chinese Journal of International Politics 4, 55-86.
Kagan, R. (2017). The Twilight of the Liberal World Order. Brookings Institution
Mearsheimer, J. (2014). The Tragedy of Great Power Politics. W.W. Norton & Company.
Ratliff, W. (2009).In Search of a Balanced Relationship: China, Latin America and the United States. Asian Politic & Policy 1 (1), 1-30.
Slipak, A. M. (2014). América Latina y China: ¿cooperación Sur-Sur o “Consenso de Beijing”?. Nueva Sociedad 250 (1), 102-113.
Wise, C. y Chonn Ching, V. (2017). Conceptualizing China-Latin America relations in the twenty-first century: the boom, the bust and the aftermath. The Pacific Review.
*Adscripto en Estudios Sobre Regionalización e Integración FCS-UNC.