Por Caroline Kitchener*
Traducción: Andrea Torrano**
“Las mujeres académicas parecen presentar menos trabajos durante el coronavirus. “Nunca había visto algo así”, dice un editor”. Los hombres envían más del 50% de lo que usualmente harían”, de Caroline Kitchener.
Se suponía que este sería un gran año para Einat Lev. Ella planeaba hacer trabajo de campo en Hawai y Alaska, presentar una propuesta de investigación importante y, luego, terminar de escribir el último de los cinco artículos necesarios para su solicitud de aplicación a un cargo docente. En septiembre, finalmente, iría ante el comité de revisión, el paso final para convertirse en profesora asociada full en sismología en la Universidad de Columbia.
Ahora, con su hija de 7 años en casa, Lev solo puede trabajar cuatro horas al día, en lugar de sus 10 horas habituales. Ella en gran parte se había reconciliado con los retrasos inevitables, encontrando placer en las largas caminatas, ayudando a su hija a identificar las flores y las aves del vecindario.
Pero luego escuchó algo de un colega hombre que la alarmó. Ambos habían comenzado sus carreras al mismo tiempo. La esposa de su colega cuidaba a sus hijos a tiempo completo. Mientras que el esposo de Lev tiene un trabajo de tiempo completo.
-“Viendo el lado positivo de las cosas”, dijo el colega sobre su experiencia en relación al covid, “[la auto-cuarentena] me da tiempo para concentrarme en la escritura”.
-Lev quería gritar.
-“Eso suena como un lujo”, respondió ella. “Ni siquiera puedo imaginarlo”.
Seis semanas después de la cuarentena generalizada, los editores de revistas académicas han comenzado a notar una tendencia: las mujeres, que inevitablemente asumen una mayor parte de las responsabilidades familiares, parecen enviar menos artículos. Esto amenaza con descarrilar las carreras de las mujeres en la academia, dice Leslie Gonzales, profesora de administración de educación en la Universidad Estatal de
Michigan, quien se enfoca en estrategias para diversificar el campo académico: cuando las instituciones están decidiendo a quién otorgar un cargo, ¿cómo evaluarán los logros del candidato durante el coronavirus?
“No queremos que un comité analice la productividad atípica de un hombre blanco heterosexual con una esposa en casa y diga, “Bueno, esta persona lo pudo manejar”, manifiesta Gonzales. “No queremos que ese sea nuestro punto de referencia”.
La astrofísica es un campo en el que covid-19 parece estar teniendo un efecto desproporcionado en las mujeres académicas, expresó Andy Casey, becario de investigación en astrofísica en la Universidad de Monash, quien analizó el número de envíos a los “servidores de preimpresión” de astrofísica, donde los académicos suelen publicar versiones preliminares de sus artículos. Para The Lily, Casey comparó los datos de enero a abril de 2020 con el mismo período de años anteriores, observando “quizás hasta un 50 por ciento más de pérdida de productividad entre las mujeres”. Especialmente, porque las mujeres ya están subrepresentadas en astrofísica, manifestó Casey, por lo cual, la caída de la productividad ha sido fácil de detectar para los editores.
Los editores en otras disciplinas han notado lo mismo. Elizabeth Hannon, editora adjunta del British Journal for the Philosophy of Science, dijo que los números no se parecen a nada que haya visto antes.
Si bien Comparative Political Studies, una revista que publica 14 veces al año, recibió el mismo número de envíos de mujeres este año y el año pasado, el número de envíos de hombres aumentó más del 50 por ciento, según el co-editor David Samuels. Otras revistas solo han visto una disminución en el número de artículos escritos por una única autora: los envíos son estables para las mujeres que trabajan como parte de un equipo.
Esta evidencia es anecdótica: algunas revistas dicen que no han visto ningún cambio, o están recibiendo relativamente más presentaciones de mujeres desde que comenzó la auto-cuarentena. Pero las anécdotas son consistentes con patrones más amplios en la academia, dice Gonzales: si hombres y mujeres están en casa, los hombres “encuentran la manera” de hacer más trabajo académico.
Cuando los hombres sacan ventajas de las políticas de “detener el reloj”, tomando un año de licencia después de tener un bebé, las investigaciones muestran que logran mucho más profesionalmente que sus colegas mujeres, que tienden a pasar ese tiempo centradas principalmente o exclusivamente en el cuidado de los niños. Algunas de las responsabilidades están determinadas por la biología: si una mujer elige amamantar, eso le lleva algunas horas todos los días. Las mujeres también se enfrentan a una recuperación física cuando dan a luz.
La escritura académica y la investigación requieren “el tiempo y el espacio para respirar y ser creativos”, manifestó Erica Williams, presidenta de los departamentos de sociología y antropología en Spelman College.
Williams divide el cuidado infantil con su esposo, trabaja de 8 a.m. a 1 p.m. y cuida a su hijo de 4 años hasta las 6 p.m., momento en el que todos vuelven a estar juntos. Todo su tiempo de trabajo se destina a tareas diarias: responder a correos electrónicos, facilitar la logística del departamento en el que trabaja. Ella “no ha tocado” ninguno de sus dos proyectos de libros pendientes, que necesitará finalizar antes de convertirse en una catedrática, esto es especialmente importante para Williams porque hay muy pocas mujeres negras con ese título. Esperaba alcanzar esa meta en dos o tres años. Ahora probablemente tendrá que esperar más.
Aún así, Williams sabe que tiene suerte: ya tiene un cargo.
Lev no puede dejar de pensar en cómo esto podría afectar sus posibilidades. En su última evaluación, le dijeron que presentara cinco documentos para septiembre, donde en algunos debía ser única autora.
“Si eso no sucede, es un problema”, dijo Lev. Un gran grupo de profesores universitarios, así como 20 revisores externos, evaluarán nuevamente sus antecedentes.
Podrían mirarlos y pensar: “Estuviste en casa durante cuatro meses, ¿por qué no escribiste?”
Durante el día, ella acompaña la educación de su hija, atendiendo a las lecciones virtuales de la escuela. Cuando terminan, ella tiene que pensar en otras cosas para hacer con su hija. Su esposo se hace cargo cuando ella está en reuniones, pero ella nunca tiene tiempo para sí misma durante el día. Liv ha estado tratando de trabajar por la noche, después de que su hija se acuesta. Para entonces, está demasiado cansada para cualquier cosa que requiera mucha concentración.
“Un día en la oficina es menos agotador que un día con una niña de 7 años”, dice Lev.
La mayoría de los miembros principales de su departamento son mayores: si tienen hijos, dice, los tuvieron hace mucho tiempo. Le preocupa que no empaticen con su situación. (Otras mujeres tienen la misma preocupación, pero no hablan oficialmente porque temen que pudiera poner en peligro sus posibilidades de acceder a un cargo).
“Puedo ver a la gente diciendo: ‘Oh, fue difícil para todos, estuvimos todos en casa y nerviosos’, dice Lev. Llevará un gran esfuerzo, manifiesta, explicar por qué ella fue menos productiva que algunos de sus colegas.
Antes del coronavirus, Whitney Pirtle, profesora asistente de la Universidad de California en Merced, también había programado ascender en su cargo este otoño. Pero cuando la facultad ofreció una “extensión de un año por el covid”, decidió aceptarla. Había planeado presentar su libro en una editorial académica en mayo. Se suponía que marzo y abril serían “tiempos de escritura intensa”. En cambio, ella ha estado en casa con un niño de 4 y otro de 9 años. Su esposo todavía va a trabajar todos los días, facilitándole almuerzos gratis como director de una escuela primaria.
Pirtle sabe que se está arriesgando con la extensión. Sus colegas han estado hablando sobre la posibilidad de una recesión: si ella espera otro año, su departamento podría estar trabajando con un presupuesto más ajustado. También podría ser más difícil conseguir otro trabajo en otro lugar.
Todos los que intentan obtener cargos se adhieren al mismo cronograma, expresa Pirtle. Ella es muy consciente de que tiene 33 años, y que está en su sexto año de carrera para acceder a un cargo. Ella ya se había retrasado un año cuando tuvo a su hijo de 4 años.
“Mi otro miedo es simplemente si esto se verá mal. Todos entendemos cómo se ve un cronograma típico. Pero ¿cómo se ve pedir una extensión? ”
Muchas universidades en todo el país están ofreciendo extensiones similares de un año. Eso es bueno, dice Gonzales, pero no es suficiente. Una extensión “no hace nada para explicar una caída en la productividad”: si una mujer con niños pequeños en casa toma un año extra, los evaluadores aún podrían preguntarse por qué no logró más durante ese tiempo.
Para los próximos años, debería agregarse una carta a cada solicitud de cargos, dice Gonzales, instruyendo a los evaluadores a considerar cómo las “consecuencias [del coronavirus] tienen efectos muy diferentes entre los géneros y las razas”. Los evaluadores deberían considerar el conjunto de circunstancias individuales de cada solicitante.
“Esencialmente queremos decir: ‘Oigan, esto fue un gran problema para mucha gente’.” Si alguien no termina los tres artículos que esperaba escribir, tal vez eso está bien.
Lev ha comenzado a llevar un registro de sus días, anotando cuántas horas pasó con su hija y cuántas horas pudo trabajar.
Si alguien alguna vez dice que no fue “productiva” durante el coronavirus, ella tendrá los registros para demostrar que están equivocados.
*Caroline Kitchener es escritora en The Lily. Antes de unirse a The Washington Post en 2019, fue editora asociada en The Atlantic. Es autora de “Postgrado: cinco mujeres y su primer año fuera de la universidad”.
Fuente: The Lily (publicado el 24 de abril de 2020)