Volver a Jóvenes en cuarentena
Autorxs1: Susana Andrada, Luis Arévalo, Consuelo Gonzalez
Equipo de Investigación sobre Juventudes – FCS UNC2
La pandemia del COVID 19 se presenta como fenómeno inédito a nivel mundial, no solo en su dimensión sanitaria sino también social, política y económica, configurando una profunda crisis. Si bien el virus no distingue condición social en su expansión, el impacto de las políticas sanitarias de aislamiento social pusieron al desnudo desigualdades sociales y económicas preexistentes, agudizando incluso las restricciones para los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Y aunque el ASPO ha mostrado ser casi la única herramienta efectiva de prevención, muchos de sus impactos en grupos sociales específicos debieran ser una señal sobre las intervenciones sociales que faltaron (sobre todo en nuestra provincia), y las que deberían pensarse para la salida de la cuarentena. La pérdida del trabajo, la irrupción de estrategias de sobrevivencia, las dificultades para desarrollar actividades escolares en casa y la ausencia de espacios de contención y socialización, fueron los principales obstáculos que se le presentaron a lxs jóvenes de sectores populares en este contexto.
Así lo indica el estudio realizado recientemente por un equipo de investigadorxs pertenecientes a la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC, que indagó sobre las actuales condiciones de vida de lxs jóvenes cordobeses, principalmente sobre las situaciones laborales, educativas, familiares, que configuran realidades múltiples y heterogéneas. Se realizó un estudio descriptivo, a través de una muestra de la población juvenil entre 14 y 22 años que reside en la ciudad de Córdoba y Gran Córdoba. La encuesta se realizó en el mes de mayo a través de la aplicación de un formulario online autoadministrado, abarcando a casi 600 jóvenes cordobeses que están transitando, al igual que el conjunto de la población, un período de aislamiento social y obligatorio debido a la emergencia sanitaria causada por el Covid 19. En esta excepcional coyuntura, nos preguntamos ¿qué impacto tuvo el contexto de aislamiento social en las condiciones de vida de lxs jóvenes? Los resultados y reflexiones que aquí se presentan, recuperan aquello que consideramos más significativo de la vida cotidiana en esta coyuntura.
¿Por qué urge pensar en las juventudes en este contexto?
La adultez pensada como momento vital de pleno desarrollo del ser humano, tiene por contracara una mirada sobre la juventud como etapa de “tránsito e incompletitud”; este imaginario domina nuestro modos de relacionarnos y naturaliza las desigualdades que se construyen en los vínculos intergeneracionales. Aparecen miradas contradictorias, pensar en la juventud como la “edad de oro” o la “mejor època” y al tiempo se decir de ella que es la “edad del pavo” o “son peligrosxs”. Se construye socialmente como tiempo de “moratoria social”, de preparación para la vida adulta que transcurre en las aulas casi como único lugar a habitar (aunque a esa posibilidad no accedan todos); y por otro lado se negativiza a lxs jóvenes pensándolxs como “vagxs”, “irresponsables”. El adultocentrismo como elemento del sistema patriarcal, establece una serie de jerarquías y relaciones de dominación entre las personas, que se traducen en dificultades, no acceso a derechos, padecimientos, y discriminaciones concretas. Lxs jóvenes aparecen, y este contexto no es la excepción, como receptores de las medidas que se toman desde el estado, el mercado, la escuela o la familia, sin contemplar sus particulares intereses y necesidades, desconociéndolxs como sujetxs que forman parte activa del entramado social. Raramente en este tiempo se lxs ha pensado como un grupo o sector social a tener en cuenta, con demandas específicas que susciten la atención de los medios de comunicación y de la opinión pública. ¿Cómo ha impactado en sus vidas?, ¿qué dificultades suscita para lxs jóvenes las medidas de aislamiento social? ¿qué estrategias construyen para sortearlas? ¿qué esfuerzos y anhelos ponen en juego?
Quizás lxs jóvenes son uno de los grupos sociales invisibilizados de la cuarentena3, quienes transcurren en “silencio” sus realidades cotidianas y de quienes desconocemos los efectos del aislamiento en sus vidas. En pocos casos se instrumentaron políticas específicas para acompañarlxs; en el caso del Gobierno Nacional en una de las conferencias de prensa específica se brindaron lineamientos sobre cómo acompañar a lxs jóvenes y se desarrolló una plataforma virtual más orientada a la contención subida a las páginas web del Estado Nacional. En el caso del Gobierno Provincial no se desarrolló ninguna estrategia, a pesar de contar con una Agencia Específica4 destinada al sector y muy por el contrario quedaron sin efecto programas de inclusión laboral, vulnerabilizándolxs aún más5.
En el espacio público y los medios masivos de comunicación lxs jóvenes “son nombrados por otrxs”, aparecen en las voces de docentes que se quejan de que no entregan tareas y hablan de “desinterés”, en las voces de padres y madres que sienten la sobrecarga de acompañarlos en las tareas, o en noticias como víctimas de la violencia de género, o del abuso policial porque supuestamente “violaron la cuarentena”6.
Si bien las diferencias y desigualdades de clase, género, territorio que se habita, etnia y cultura, no nos permite hablar de una juventud, sino de múltiples modos de transitar la condición generacional, sin dudas esta posición en la estructura social otorga singularidad a las trayectorias vitales. La condición de estudiantes, de hijxs, de trabajadorxs que recién ingresan al mercado de trabajo, un modo de sociabilidad ligada a lxs amigxs y la recreación, son algunos de esos lugares y experiencias que lxs distinguen.
Lxs jóvenes que pusieron voz a sus realidades
En la ciudad de Córdoba, las personas comprendidas entre 14 y 22 años de edad representan cerca del 16% de la población total, siendo la proporción de mujeres levemente mayor a la de varones (según datos del Censo Nacional 2010). En este caso, la muestra sobre la que se realizó el estudio abarcó a 600 jóvenes de esa franja de edad que residen en la Ciudad de Córdoba (el 70,9%) y en localidades pertenecientes al Gran Córdoba (un 29%). El promedio de edad de lxs encuestadxs fue de 18 años y en relación a los rangos de edades, el 62,2% tiene entre 14 y 18 años y el 37,7% restante entre 19 y 22 años. En relación al género de la población encuestada, el 65% lo conformaron mujeres, el 34% varones y el 1% otros géneros, marcando una preponderancia de la participación de las mujeres en las personas que respondieron la encuesta. La mayor proporción de mujeres se dió en el rango de edad entre 14 a 18 años, representando aproximadamente el 40% del total de la muestra.
En cuanto a las características socio-habitacionales, el 50,5% de lxs encuestadxs pertenecen a barrios considerados de sectores medios, el 33,2% a barrios populares y el 16,3% a barrios de sectores altos, tomando como parámetro los perfiles sociodemográficos que esos aglomerados urbanos concentran mayormente en su composición. La mitad vive en el sector norte de la capital o del Gran Córdoba, un cuarto en la zona sur y el 15% en el centro de la ciudad, lo que describe las diversidades geográficas y territoriales del universo considerado dentro del estudio. El 70% de lxs jóvenes encuestadxs está viviendo en una casa en un barrio, un 20% vive en alguna casa dentro de un asentamiento o barrio-ciudad, y el 10% restante en departamento. Si bien las características y condiciones habitacionales son diversas, cerca del 90% de lx encuestadxs mencionó contar con un espacio al aire libre en su vivienda, que puede ser un patio, balcón o terraza.
En cuanto al equipamiento tecnológico en sus viviendas, el 75,9% cuenta con TV, el 41% con teléfono fijo y el 90,5% con acceso a internet por wifi, mientras que un 2,9% no cuenta con ninguna de estas posibilidades de conectividad. En relación a los dispositivos en el hogar para desenvolverse durante la cuarentena, el 58,9% posee Notebook, el 42% cuenta con PC de escritorio y el 11,5% cuenta con una netbook de programa Conectar Igualdad, lo que demuestra un contraste entre aquellxs que poseen más de un dispositivo electrónico en su vivienda y quienes no tienen ningún dispositivo de este tipo.
Por otro lado, la gran mayoría de lxs jóvenes (el 86,8%) está pasando el período de cuarentena con su familia nuclear (padres, madres y hermanxs), un 9,1% con familia extendida (familia nuclear más otros familiares) mientras que el resto se encuentran pasándola con amigxs, solxs y/o en otras situaciones particulares. El promedio de adultxs y niñxs por hogar es de 2,3 y 2,1 respectivamente, por lo que se infiere que en general la cantidad de personas residiendo por vivienda oscila entre 4 y 5 personas. No menos significativo es el dato de que una escasa proporción de lxs jóvenes de las edades consideradas está viviendo la cuarentena solx (apenas un 0,7% del total).
Estos distintos aspectos sirven no sólo para caracterizar las condiciones de vida actuales de una amplia proporción de jóvenes cordobeses, sino además para pensar en las posibilidades diferentes (y por ende desiguales) que tienen lxs mismxs para atravesar la situación actual de aislamiento. Preguntarnos acerca de ¿cómo, ¿dónde, con quién están pasando lxs jóvenes la cuarentena?, exige pensar múltiples realidades juveniles que no son exclusivas de ellxs sino también sociales y familiares, y cómo estas condiciones objetivas y subjetivas impactan en este período excepcional de cuarentena.
El trabajo juvenil en tiempos de cuarentena: la falacia del teletrabajo
Un primer dato que nos interesa remarcar, es que de lxs 600 jóvenes encuestadxs, el 35% de ellxs trabaja de manera remunerada (percibe o percibía algún ingreso), y si cruzamos este dato con el tramo etáreo, teniendo en cuenta que en nuestro país el trabajo remunerado está permitido desde los 16 años, vemos que en el rango de 14 a 18 años el porcentaje de jóvenes que no trabajan es del 59,9% mientras que en el tramo 19 a 22 este número es del 30,4%, por lo que el grueso de jóvenes que mantienen alguna relación laboral se ubica en lxs mayores de 18 años.
En relación al desempleo, el grupo etáreo encuestado suele tener niveles de desempleo más altos que el total de la población. Como se puede ver en la EPH correspondiente al II trimestre de 2019, la tasa de desocupación de los jóvenes de 15 a 24 años asciende al 26% en los aglomerados relevados, lo cual en términos comparativos es 2,5 veces mayor que la media del total de la población y 3,4 veces mayor que la de los adultos de 25 años y más.7 Por su parte las mujeres jóvenes aparecen con una mayor propensión al desempleo que los varones, las primeras con un 30,1% y los segundos con 24,2% y si se tiene en cuenta solo el tramo de adolescentes de 15 a 19 años esta desigualdad pasa de 6 puntos a 14 ya que en las adolescentes el desempleo asciende a 44,8% y en los adolescentes a 30,7%8.
En la muestra relevada, el porcentaje de desempleo es del 19,7% en el total de la población consultada, y en su composición por género, el porcentaje de mujeres desempleadas es del 72% mientras que en los varones del 28%, marcando que el desempleo juvenil tiene un rasgo feminizado, donde de cada 10 jóvenes, 7 son mujeres. De igual modo, del universo juvenil desempleado, cerca de la mitad (el 46%) pertenece a los sectores populares, el 43% a sectores medios y un 11% a los sectores altos, por lo que se deduce que si bien el desempleo juvenil es un fenómeno generacional, éste afecta de modo diferenciado por clase social.
Sin embargo, el desempleo no es el único dato preocupante de la realidad laboral de jóvenes ya que en contextos como el de la actual emergencia sanitaria, una de las dificultades es medir el impacto que tienen estos procesos en las inserciones laborales precarias, ya que al no estar registradas son difíciles de cuantificar. En este caso, estudios realizados por este mismo equipo muestran que el trabajo precario, sin los derechos básicos correspondientes por ley, tiene una dimensión importante en las experiencias laborales juveniles, lo cual se expresa en la encuesta realizada, en la cual del total de jóvenes encuestadxs, sólo el 4% lo hace de manera registrada y un 27% se encuentra sin registrar y por lo tanto sin acceso a derechos laborales fundamentales.
Los resultados del presente estudio muestran con claridad la profundización de las situaciones precarias frente a la emergencia sanitaria; ante la pregunta “¿qué sucedió con tu trabajo una vez iniciada la cuarentena?” dentro del universo de jóvenes que trabajan, el 64,2% afirma que no pudo continuar trabajando y que no está percibiendo los mismos ingresos que antes, lo cual muestra un sector especialmente vulnerable a los efectos de la cuarentena. A su vez si vemos cómo afecta a cada joven en función del tipo de trabajo, podemos notar que dentro de quienes tenían un trabajo no registrado el porcentaje de “nuevos desempleados” es del 69% mientras que ese número en el trabajo registrado (que incluye monotributistas y asalariadxs) es del 29,2%. Estos datos nos demuestran que para la mayoría de lxs jóvenes la situación de aislamiento interrumpió sus actividades y trayectorias laborales, probablemente porque muchas de ellas se realizaban de manera informal, inestable o esporádica y sin resguardo de la protección formal de sus derechos, pero formaban parte de sus estrategias de generación de ingresos personales o familiares.
Sólo un 8% de lxs jóvenes que trabajan manifestó que ha continuado realizando su actividad laboral adecuándose a la modalidad del trabajo “en casa” o teletrabajo, pero resguardando sus ingresos. La idea “homeoffice”, teletrabajo u otras variantes, como términos que adquirieron relevancia en este contexto para repensar las modalidades que asumió el trabajo, no aplican de manera significativa en la realidad laboral de lxs jóvenes, siendo en todo caso conceptos exclusivos para caracterizar el trabajo adulto, asalariado y formal pero no juvenil.
El trabajo propio configura una de las preocupaciones que expresan los jóvenes, sin embargo, parece ser de mayor relevancia la “preocupación por la situación económica y los ingresos familiares”. Teniendo en cuenta que el 86,8% de lxs encuestadxs está atravesando la cuarentena con su familia nuclear, esto podría indicar que entienden que sus ingresos no ocuparían un lugar central en la economía familiar, pero también que sienten que aquellos ingresos que sí son fundamentales se encuentran en riesgo. Esto tiene sentido si se tiene en cuenta que el porcentaje de trabajadorxs que pueden ser consideradxs “desprotegidxs” -incluyendo independientes, desempleadxs y no registrados- alcanza casi el 54% de la Población Económicamente Activa del país9.
Por otro lado, la incertidumbre e inestabilidad laboral no es algo nuevo para lxs jóvenes, salir y entrar del mercado de trabajo es una situación “normal” en sus trayectorias, al igual que la precariedad y los bajos ingresos, que constituían situaciones preocupantes previo a la emergencia sanitaria por lo cual probablemente no sea identificada como una preocupación asociada a la emergencia.
La intervención estatal provincial ha favorecido la vunerabilización de lxs jóvenes en relación a la situación laboral. En marzo el gobierno de Córdoba anunció la suspensión a partir del 1º de abril, por tres meses y /o hasta que las “prácticas de entrenamiento laboral” en ambiente de trabajo se puedan realizar sin riesgo para la salud de los beneficiarios, los programas: Primer Paso, PIP (programa de inserción profesional), X mí (programa de experiencia laborales de jornada corta para mujeres), y Pila (programa de inclusión laboral para adultos varones) que en muchos casos están destinados específicamente a jóvenes o son estos sus principales beneficiadxs10, y que constituían ingresos para aproximadamente 27.000 familias11
A nivel nacional el informe que elaboró la Dirección Nacional de Economía, igualdad y género sobre el Ingreso Familiar de Emergencia, arrojó un dato relevante, el 20% por ciento de los beneficiados de dicha asistencia son jóvenes entre 18 y 25 años, también identificados como el grupo con tasas más altas de pobreza, el mayor nivel de informalidad (98,8%), y conforman el 38,8% de los desocupados12Si bien la política atenderá a un grupo con claras dificultades y carencias no fue pensada de manera específica.
Educación en tiempos de cuarentena: nuevas dimensiones de una vieja desigualdad
Coinciden algunos estudios realizados desde el inicio de la pandemia de Covid-19 en que ésta visibilizó y profundizó las desigualdades entre grupos sociales y generacionales, desigualdades que existían previamente como consecuencia de un sistema económico excluyente y políticas económicas que en los últimos años, y particularmente en Argentina tendieron a crear contextos de restricciones13 para amplios sectores de la población
Dichas desigualdades tienen múltiples dimensiones, pero algunas muestran particular centralidad durante la emergencia sanitaria que se encuentra atravesando el país. Una de ellas la constituye el acceso a la tecnología y a servicios de conexión a internet por la repentina virtualización de la gran mayoría de los espacios de trabajo, educativos, de recreación y participación; de la vida cotidiana en general. Si bien la discusión sobre del acceso a la tecnología y a la conectividad en los procesos de inclusión-exclusión social no es nueva, como lo demuestra la existencia desde el año 2010 del programa Conectar Igualdad14, desde el aislamiento obligatorio esta dimensión pasó a condicionar de manera casi absoluta el acceso a otros derechos básicos como la educación, el trabajo y la participación.
Nuestro estudio muestra que de la población relevada, el 80% de lxs jóvenes se encuentra cursando algún nivel educativo, es decir está escolarizadx. Dentro de ese porcentaje el 46,7% está cursando la secundaria, un 30,7% algún nivel universitario y un 3,2% está cursando el nivel terciario. Dentro de quienes no se encuentran cursando actualmente, un 7,8% tiene el secundario incompleto, el 4,7% ya lo completó y un 4,9% tiene algún nivel superior incompleto. En la ciudad de Córdoba, la tasa de escolarización de 12 a 18 años de nivel secundario es de 84,3% según datos de la Dirección General de Estadística y Censos de la provincia, por lo que los datos obtenidos en el presente estudio se corresponden con el universo poblacional juvenil de la ciudad.
Mirando específicamente el acceso a la tecnología y su relevancia en este contexto para el sostenimiento de las actividades educativas, vemos que del total de jóvenes encuestadxs el 90,5% cuenta con acceso a Internet con wifi, sin embargo si miramos dentro del universo del 9,5% que no cuenta con acceso a internet, notamos que son mayormente lxs jóvenes de sectores populares quienes no cuentan con conectividad en sus domicilios, conformando el 75% de quienes no tienen acceso, seguido del 25% perteneciente a los sectores medios, mientras que ningún/a joven de los sectores altos carece de este servicio.
La disponibilidad de recursos tecnológicos y el acceso a conectividad en tiempos donde el grueso de las actividades sociales se trasladó a la modalidad remota, constituye un punto crucial para pensar en el acceso a derechos y en las singulares formas que hoy se expresan y reproducen las desigualdades. Resulta necesario prestar atención al capital educativo y cultural desplegado por lxs sujetxs para moverse en la virtualidad, no sólo se trata de disponer de “compu e internet” para poder incluirse y sentirse “conectadxs” con las nuevas dinámicas que plantean el mundo laboral y educativo en un contexto de aislamiento; sino además contar con los conocimientos y saberes para operar en estos entornos virtuales. Nos surgen aquí las preguntas, ¿en qué medida lxs jóvenes de los sectores y familias más pobres pueden cumplir con las exigencias que demanda el teletrabajo o la tele-educación?, ¿cuánto se le suma a las adversidades que lxs pibxs de estos sectores ya traían en sus trayectorias familiares y educativas? ¿Qué papel juegan los recursos y capitales tecnológicos/digitales presentes en las trayectorias de las familias y en las instituciones escolares previo a la cuarentena? Una vez más, creemos que el teletrabajo o la tele-educación son términos para designar las realidades de jóvenes de los sectores favorecidos, y para el caso de lxs jóvenes de contextos pobres tengamos que hablar de una tele-exclusión para referirnos a la forma en que hoy algunxs se ven desenganchados de los espacios sociales y escolares.
A su vez, y como afirmamos en el párrafo anterior, no se trata únicamente de que el dispositivo exista en el hogar sino también de la calidad del mismo, de las posibilidades de lxs jóvenes de acceder a su uso, de la cantidad de dispositivos relacionado con la cantidad de personas que lo necesitan, de cómo pueden o no adaptarse los espacios habitacionales a las necesidades educativas, entre otras innumerables situaciones específicas donde se entretejen las desigualdades de esta coyuntura.
Según el estudio, el 83,9% de lxs jóvenes de sectores altos cuenta con una computadora propia o compartida para realizar sus tareas mientras que en los sectores medios el porcentaje desciende a 73,8% y en los sectores bajos desciende a 50,6%. A su vez, mientras que en los sectores altos solo el 12% de lxs jóvenes debe realizar sus tareas desde un celular -propio o de un familiar- por no contar con una computadora disponible para esa actividad, este porcentaje es de 23% en sectores medios y de 44,6% en jóvenes de sectores populares, dentro de los cuales el 6% no cuenta tampoco con celular ni propio ni compartido y debe pedir prestado en última instancia.
Estos datos nos permiten realizar reflexiones en relación no solo en las claves inclusión/exclusión, sino también a los esfuerzos desiguales que implican estas nuevas “condiciones de inclusión” en contexto de aislamiento. Quienes tengan señal inestable de wifi, o tengan que esperar el turno para leer textos desde un celular, o tengan que “disputar” su turno para usar los dispositivos en familias con relaciones desiguales de poder, se enfrentan a mayores dificultades que quienes están en mejores condiciones y eso se traduce en distintos niveles de accesibilidad y desiguales calidades educativas, pero también a desventajas a la hora de sostener vínculos, espacios de contención y recreación en condiciones de privacidad.
Al focalizar la mirada en quienes se encuentran actualmente cursando algún nivel educativo y cómo afectó la emergencia sanitaria a los procesos de enseñanza-aprendizaje, ante la pregunta: “¿cómo les resulta el cursado desde la virtualidad?”, el 46,0% respondió que puede cursar virtualmente sin dificultad, mientras que el 35,6% afirma estar cursando con alguna dificultad, el 7,6% expresa estar cursando con muchas dificultades y un 6,2% directamente no está pudiendo cursar. Si sumamos lxs que manifiestan tener algunas dificultades para el cursado, estos valores arrojan que más del 40% de jóvenes se ha encontrado con adversidades para sobrellevar el cursado en contextos de virtualidad. En este sentido, al indagar sobre las posibilidades de buscar ayuda, el 33% mencionó que solicitaron ayuda a amigxs frente a las dificultades, el 26,8% las resolvieron por su cuenta sin pedir ayuda, y un 18,8% pidió colaboración a algún adultx de la casa. Finalmente un 12,6% de lxs jóvenes pidió ayuda a alguien vinculado a la institución educativa en la que cursa, y un 8,8% no pidió ayuda y no pudo resolverlo. Por lo que resulta llamativo que las redes de ayuda y colaboración de lxs jóvenes para resolver las actividades escolares no provienen mayormente del mundo adulto, sino de los vínculos con sus pares.
Si tenemos en cuenta todos estos datos, podemos decir que 4 de cada 10 jóvenes que hoy permanecen en el sistema educativo cursando bajo la modalidad virtual tienen dificultades. No obstante, puede considerarse también que ante estas dificultades lxs jóvenes cuentan con redes de apoyo y ayudan a las que acuden para resolver las tareas escolares. Menos del 10% manifestó tener dificultades para realizar las tareas educativas y no contar con ningún tipo de colaboración, situación que refleja la vulnerabilidad de esta fracción. Las dificultades para desenvolverse en la virtualidad son más notorias en lxs jóvenes de nivel secundario que en quienes están cursando un nivel superior o universitario.
Si observamos estos aspectos vinculados al acceso al wifi en sus viviendas, podemos ver que de quienes tienen conectividad en sus domicilios, el 47% expresa haber tenido algún tipo de dificultad para cursar mientras que en aquellxs que no tienen este servicio dicho porcentaje asciende al 71,5%, por lo que se deduce que la accesibilidad a la conectividad es uno (pero no el único) de los principales indicadores para mirar la calidad en la permanencia e inclusión educativa de lxs jóvenes en este excepcional contexto. Creemos que las brechas tecnológicas, pero también culturales y educativas adquieren mayor relevancia en un contexto donde la accesibilidad pasa específicamente por la disponibilidad de recursos y conocimientos para desenvolverse a través de entornos virtuales. Sin embargo, esto no necesariamente tiene que verse desde un enfoque individual; teniendo en cuenta que una gran mayoría se encuentra atravesando el aislamiento con su familia y que la resolución de las dificultades tiene que ver en gran parte con solicitar ayuda al entorno, podríamos preguntarnos cómo influyen los recursos digitales/tecnológicos de los entornos familiares, comunitarios e institucionales en las posibilidades de cada joven para resolver obstáculos a la inclusión educativa.
Cuarentenas y desiguales: la vida cotidiana de lxs jóvenes entre las emociones, preocupaciones, sobrecarga y derechos suspendidos
Sin dudas, una de las consecuencias inmediatas más palpables de la situación de aislamiento fue la transformación de la vida cotidiana, donde las rutinas familiares tuvieron que adaptarse a las nuevas posibilidades laborales, educativas y a las exigencias en relación al cuidado de la salud individual y colectiva. De este modo, la cotidianeidad cobró nuevas dimensiones y sentidos para todxs, y en este caso, particularmente para lxs jóvenes que vieron recluidas todas o gran parte de sus actividades al ámbito del hogar.
En el estudio se indagó sobre las principales actividades cotidianas que realizan lxs jóvenes durante la cuarentena, siendo la actividad de mayor peso la realización de tareas escolares (el 78% de lxs encuestadxs) y por debajo se ubican ver redes sociales y ver videos y películas con un 58,7% la primera y 58,5% la segunda. En relación a qué actividades disfrutan dentro de las acotadas posibilidades del “encierro” expresaron en un 58,9% ver películas, un 54,1% estar con la familia y un 40% hablar con amigxs. En relación a este último punto, 3 de cada 10 jóvenes afirma contactarse diariamente con amigxs, en menor medida quienes lo hacen algunos días de la semana y quienes directamente dejaron de tener contacto con ellxs (2 de cada 10).
A diferencia de cómo marcan algunos discursos sociales en relación a lxs jóvenes como desinteresadxs y/o apáticxs por trabajar, formarse y participar en la vida comunitaria, la gran mayoría de encuestadxs (el 74,2%) realizaba antes de la cuarentena alguna actividad de este tipo. Dentro de este universo, el 35% realiza algún deporte, el 19,4% participaba de un grupo juvenil, el 19,7% participaba en un taller artístico y/o cultural, el 5% estaba realizando algún curso de oficio, entre otras. El dato llamativo, es que cerca de la mitad de lxs jóvenes vieron interrumpidas su continuidad de estas actividades debido a la situación de aislamiento, y el porcentaje que pudo adaptarse a la modalidad de lo virtual es bajo en comparación a lxs que no pudieron hacerlo (cerca del 35%). Esto demuestra que para muchxs jóvenes la situación de aislamiento social ha impactado negativamente en sus actividades recreativas, artísticas, de capacitación o participación, algo que no sucedió con la misma envergadura en la continuidad de las actividades escolares. Esto es especialmente significativo si tenemos en cuenta el lugar que tienen en la sociabilidad juvenil el encuentro, las amistades, la recreación y la participación. La accesibilidad a determinados recursos, que constituyen derechos, requiere de intervención o regulación estatal. En el caso de Córdoba los Centros de Actividades Juveniles (CAJ)15 al suspender actividades por el aislamiento obligatorio, no presentaron propuestas virtuales. La presencia de organizaciones que ofrezcan espacios y propuestas para jóvenes en los barrios también son centrales en el acceso (clubes, centros vecinales) y a pesar de cómo hayan sido las propuestas, claramente lxs jóvenes vieron cuartada sus posibilidades.
Al consultar sobre las preocupaciones y emociones de lxs jóvenes durante la cuarentena, teniendo en cuenta el aumento de la incertidumbre, los cambios repentinos y las desiguales posibilidades de acceder a información, recursos económicos, cuidados de salud, entre otros, nos encontramos con que los estados de ánimo predominantes son el aburrimiento (un 61,7%), el cansancio (53,6%) y por último, la ansiedad (43,3%). Respecto de las preocupaciones, más de la mitad de lxs jóvenes manifiesta no poder ver a sus amigxs, los ingresos familiares, su salud física y emocional, y en similares proporciones la preocupación por poder cumplir con las tareas escolares. En este sentido, si se tienen en cuenta alguno de los aspectos señalados anteriormente, podemos vincular alguna de las preocupaciones y estados de ánimo actuales de lxs jóvenes con la reconfiguración de su realidad inmediata. Hemos señalado el peso que tienen las actividades escolares en las rutinas de lxs jóvenes, sumado a la suspensión de actividades recreativas y/o esparcimiento y la pérdida de espacios de socialización, puede deducirse que la emoción más sentida por lxs jóvenes sea el aburrimiento, el cansancio y la ansiedad.
Al comparar las emociones por género, podemos ver que las mujeres sobrepasan los datos en relación a los varones. Las mujeres jóvenes se reconocen más cansadas, aburridas y ansiosas que los varones, y esta diferencia se debe principalmente a la división de género y a las tareas domésticas que se producen al interior de la familia, mayormente como responsabilidades asumidas por las mujeres del hogar, y en lxs jóvenes, esta situación no es la excepción. Contrariamente a ello, en las emociones “positivas” quienes aparecen más representados son los varones. Por ejemplo, quienes se sienten “contentxs” se identifican el 24,4% de varones en contraposición al 16,3% de las mujeres y en la emoción “tranquilx” se ubica un 42,8% y 28,2% respectivamente. También pueden interpretarse estas diferencias en relación a la construcción de género, las mujeres suelen aprender a expresar emociones, atenderlas, vivirlas como parte fundamental de lo femenino, a diferencia de los varones cuya emocionalidad es reprimida, más si se trata de emociones que puedan asociarse a “debilidad de carácter”.
Estos resultados coinciden con diversos estudios que vienen afirmando en relación a las consecuencias que tiene la sobrecarga de tareas de las mujeres en términos de salud integral, tanto física como psíquicamente. En el caso de los trabajos no remunerados aparecen las jóvenes responsabilizándose con mayor intensidad en las tareas realizadas dentro del hogar o vinculadas con el sostenimiento del mismo y a los varones con mayor intensidad en tareas estereotipadamente masculinas. La realización de compras por ejemplo es realizada por el 28% de las jóvenes y por el 18% de los jóvenes, mientras que en la limpieza este valor asciende a un 45% de jóvenes mujeres y un 27,9% de varones. En cambio, en las tareas vinculadas a mantenimiento de patios y/o jardines los varones aparecen en un 37,3% realizando estas actividades contra un 15,3% de las mujeres. Como puede observarse, esta desigualdad no tiene que ver únicamente con procesos de inserción laboral remunerada ni necesariamente con la asunción de responsabilidades de maternidad/paternidad, sino que se gesta desde temprana edad y atraviesa múltiples dimensiones de la vida cotidiana.
Reflexiones finales
Resulta difícil tener certezas en relación al panorama social y económico que se está configurando a partir del Covid-19 y de las situaciones de aislamiento adoptadas en pos del cuidado de la salud de la población en general y de los grupos de riesgo en particu
lar. Sin embargo, podemos delinear que, aunque el virus per se no posee distinción de clase, las desigualdades estructurales de nuestras sociedades favorecen que las consecuencias del mismo y del aislamiento preventivo sí tengan distinción de clase y de edad. Una mirada interseccional nos permite ver cómo en el análisis realizado como el capitalismo, el patriarcado y el adultocentrismo se entretejen configurando diversas desigualdades que no se suman una por una, sino que se experimentan juntas y se vinculan entre sí, condicionando unas a otras.
Esta es la situación de las juventudes de Córdoba, un sector altamente estigmatizado, con una integración precaria e inestable al mercado laboral que hoy se agudiza. El principal mecanismo de integración es el ámbito educativo, y presenta mayores restricciones de acceso y accesibilidad que impactaran en la permanencia y el aprendizaje significativo. También se ven resentidos los espacios de participación social y comunitaria desde donde se tejen gran parte de sus vínculos con pares. Y afectada su salud psíquico emocional, y nuevos esfuerzos y trabajo en el ámbito doméstico. Claro que esto no impacta de igual modo a todxs lxs jóvenes, las mujeres y lxs jovenes de sectores populares son quienes se llevan la peor parte.
Lxs jóvenes, si bien no constituyen un grupo de riesgo a las consecuencias del virus, sí son un grupo altamente vulnerable a los impactos de la cuarentena en sus derechos laborales, educativos y de participación en la vida política y comunitaria, así como también en su salud en términos integrales, incluyendo a la salud mental como una parte fundamental de la salud de las personas. Estas vulneraciones debieran ser un punto de partida para analizar las intervenciones estatales ausentes y/o la insuficiencia de las que se implementaron, como aquellas que debieran instrumentarse en la salida de la cuarentena. tambien revisar las acciones de suspensión de programas específicos como ya dijimos sucedió en Córdoba con los programas de empleo y capacitación, o los centros de actividades juveniles.
Por otro lado, si bien lxs jóvenes han sido destinatarixs directa o indirectamente de medidas como el IFE y las políticas de apoyo al cursado virtual en términos generales, prácticamente no se han implementado políticas específicas para atender las necesidades y derechos de este sector poblacional, a pesar de tener peores indicadores que otros en relación a derechos fundamentales.
La presente reflexión nos obliga a proponer la necesidad de una mirada generacional sobre el contexto de aislamiento social, teniendo en cuenta la centralidad de lo vincular en momentos vitales específicos para el goce de una salud integral y las relaciones desiguales de poder en la sociedad -inclusive dentro de las familias- donde lxs jóvenes y niñxs resultan desfavorecidos. Esta situación requiere de la creación de políticas específicas de acompañamiento que atiendan los singulares atravesamientos del contexto en las diversas realidades juveniles, no sólo para aminorar el impacto actual del contexto de aislamiento, sino los efectos de estas desigualdades que luego se trasladarán a las trayectorias sociales, laborales y educativas de lxs jóvenes.
A su vez, las reflexiones del mismo intentan poner el foco no solo en las dificultades surgidas con el aislamiento sino también en las redes que permitieron su resolución, las cuales nos invitan a pensar en entornos comunitarios, institucionales y familiares y no solo en necesidades individuales a la hora de pensar salidas a la actual crisis.
En este sentido, este estudio busca ser un aporte local sobre la singular situación de lxs jóvenes cordobeses, parecieran ser lxs invisibilizadxs del contexto.