Por Mariela D`Albano1
La Carta Mundial sobre el Derecho a la Ciudad de 2005 ha definido al mismo como un derecho colectivo de los habitantes de la ciudad, fundamentalmente de los grupos vulnerables con el objeto de alcanzar el pleno derecho a una libre autodeterminación y un nivel de vida adecuado. Es el derecho al goce de los bienes materiales e inmateriales de la vida urbana.
La ciudad que queremos como ciudadanos tiene mucho que ver con ello, con nuestra personalidad, con lo que buscamos ser, con las relaciones sociales que anhelamos, el contacto con el entorno natural que deseamos, la cultura que compartimos. En resumen, el ámbito que nos “enamora” de un lugar.
Sin embargo es notable la distancia entre este derecho humano y su concreción principalmente por la mercantilización en el acceso a la vivienda.
La ciudad que quiero es aquella que tiene respuestas a las desigualdades, las mismas que esta pandemia profundizó y puso en evidencia.
Como un paisaje cotidiano he visto la falta de recursos de los sectores más carenciados en cuanto al acceso a una vivienda digna, a asistencia sanitaria y a servicios básicos como luz, gas y agua corriente.
Un ejemplo de precariedad es Barrio Ejército Argentino: un barrio del sur de la ciudad de Córdoba, cercano al lugar donde vivo, ubicado entre barrios de clase media. Estigmatizado por parte de otros sectores de la ciudad (countries, barrios cerrados), producto de la fragmentación del tejido social, está conformado por un sistema de viviendas desarrollado mediante departamentos en altura con una gran sobrepoblación, en condiciones de hacinamiento.
Sus habitantes, en su mayoría, viven de “changas” por lo cual tienen ingresos insuficientes y no pueden acceder a los servicios esenciales. No cuentan con redes de gas natural y la iluminación es deficiente. Si hay fallas en el sistema eléctrico, EPEC no ingresa al barrio por la inseguridad dentro del mismo, el agua potable no tiene presión suficiente pues requiere de una bomba para su distribución y al cortarse la luz, no funciona, el sistema de cloacas colapsa frecuentemente y la recolección de residuos es insuficiente por la gran cantidad de basura que se acumula en los contenedores.
Los niños, por su parte en estos tiempos de pandemia, tienen grandes dificultades para realizar las tareas escolares pues deben turnarse en el uso del único celular de la familia, cuando no se quedan sin crédito. Por ello la directora de la escuela de la zona recomienda a las maestras tengan especial paciencia con sus alumnos.
El Barrio Ejército Argentino que quiero (y en él, representados, todos los barrios habitados por poblaciones vulnerables) es aquel donde los derechos humanos son los pilares para la construcción de una ciudad mejor. Por lo tanto debemos ejercer el derecho a reinventar la ciudad que queremos, aquella sin discriminación, donde la gente pueda vivir segura, donde los servicios sean accesibles y eficientes para todos: agua potable, saneamiento, recolección de residuos, electricidad, desagües y alumbrado público, donde se recupere la sociabilidad barrial basada en lazos de confianza y en el reconocimiento del otro.
“En el barrio de los pobres siempre sopla un viento frio,
siempre sopla un viento oscuro, siempre sopla un viento fuerte.
En el barrio de los pobres, las nubes son de color de cobre
y las calles son cartas blancas que llegan sin sobres.
En el barrio de los pobres, siempre sopla un viento frio,
siempre sopla un viento oscuro, siempre sopla un viento fuerte.
En el barrio de los pobres, siempre estás de corre corre.
En los días menos pensados, en los días menos hablados,
la muerte desnuda se aparece a hacer que se llore.
En el barrio de los pobres, siempre sopla un viento triste,
siempre sopla un viento sucio, siempre sopla un viento oscuro,
siempre sopla un viento frio, siempre sopla un viento fuerte.
Y el sol que no quieres ver, no brilla para no ver.
Esconde su ojo lubio siempre huyéndole a la muerte.
En el barrio de los pobres, siempre sopla un viento frio,
siempre sopla un viento oscuro, siempre sopla un viento fuerte.
En el barrio de los pobres se ve más claro que el día que,
por nacer todos sin falta, somos hijos de la vida,
esclavos del trabajo, prisioneros de la muerte.
En el barrio de los pobres, siempre sopla un viento triste,
siempre sopla un viento sucio, siempre sopla un viento oscuro,
siempre sopla un viento frio, siempre sopla un viento fuerte,
siempre sopla un viento a muerte”
Rafael Pérez
1Estudiante de la carrera de Licenciatura en Sociologìa de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC