Urbanismo Social en Medellín: Quince años después el «milagro»

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Por Patrick Naef y Arthur Modoianu*

Más de quince años después de que los alcaldes Luis Pérez Gutiérrez y Sergio Fajardo iniciaran el proyecto de urbanismo social en Medellín, los efectos de estas políticas urbanas son, como mínimo, mixtos. Aunque hoy en día la planificación urbana social sigue despertando cierto entusiasmo en los barrios que están al centro de estos programas, cada vez aumentan las voces que expresan desilusión por ciertos impactos de algunos proyectos emblemáticos. Cada vez más críticos cuestionan los objetivos reales de estas obras urbanas más allá del marketing urbano, presentando a Medellín como una ciudad maquillada, disfrazada o simplemente relegada.

 

Biblioteca España en su proceso de deterioro. Fotografía: Camilo Monsalve.

El urbanismo social se basa en parte en una interpretación del «derecho a la ciudad», un concepto inicialmente desarrollado por Henri Lefebvre y en el contexto colombiano, fuertemente influenciado por el pensamiento del geógrafo-urbanista Jordi Borja. En el caso de los proyectos realizados en territorios marginales, los urbanistas y los políticos prestan especial atención a la participación ciudadana durante su concepción y ejecución. Estos procesos participativos tienen como objetivo desarrollar el sentido de pertenencia en las comunidades donde se llevan a cabo estas nuevas construcciones. Su objetivo es restablecer un vínculo de confianza entre la administración y los ciudadanos, un vínculo que se había roto en décadas anteriores. En este sentido, se está estableciendo un marco jurídico para obligar al Estado a consultar a los ciudadanos durante la conceptualización y la realización de los proyectos urbanos. Los artistas y los agentes culturales locales desempeñan un papel importante en esa dinámica participativa, actuando frecuentemente como mediadores entre las autoridades públicas y las comunidades interesadas. Los proyectos se llevan a cabo en colaboración con estos últimos, que pueden hacer uso de su conocimiento del territorio y proporcionar la legitimidad necesaria con los habitantes. Los poderes públicos proponen Talleres de imaginarios que reúnen a trabajadores sociales, artistas y habitantes con el fin de traducir los imaginarios colectivos a través de diversas prácticas artísticas y luego integrarlos en el proceso de planificación local. El objetivo es identificar los lugares significativos y los hábitos de los habitantes: los caminos más frecuentados, los lugares de importancia simbólica, las necesidades en materia de servicios o las zonas de inseguridad.

Transformar una ciudad fragmentada como Medellín implica reconectar mental y físicamente la periferia con su centro. Esto requiere no sólo el desarrollo de medios de transporte eficientes, sino también un cambio en las representaciones de sus habitantes. Para Alejandro Echeverri[1], uno de los principales pensadores del urbanismo social, el espacio público está considerado como el denominador común de estas políticas urbanas; considera la calle como el sistema nervioso y la piel de la ciudad, añadiendo que lo más importante es que el urbanismo social se hace «por los habitantes y para los habitantes»: «Si la estética final de una obra urbana es ciertamente importante, su objetivo sería sobre todo dar lugar a ideas de desarrollo que surjan de los intercambios entre los habitantes, los artistas y los responsables de proyectos; dinámicas fomentadas por los Talleres de imaginarios. » Así, las nuevas obras se realizan con una arquitectura de calidad para construir referentes simbólicos. Además, al proponer diagnósticos técnicos, como la observación precisa de las poblaciones y los índices de desarrollo humano para la elección de las zonas que se han de desarrollar, y procesos participativos para fomentar la apropiación de los proyectos urbanos por parte de la población, se pretende evitar el clientelismo -la politiquería- que ha caracterizado a Medellín durante varias décadas. Al invertir masivamente en el desarrollo de la educación en algunos de los barrios marginales de Medellín, el ejecutivo de la ciudad, dirigido por Fajardo, estableció por primera vez en 2004 una presencia no represiva en las zonas urbanas en las que hasta entonces el Estado sólo había intervenido con mano de hierro. Sin embargo, durante los mandatos que siguieron, los imperativos de seguridad volvieron a ocupar un lugar central, eclipsando gradualmente la cuestión social. Como señala Daniel Carvahlo, uno de los concejales de la ciudad de Medellín: «Es difícil replicar lo que se hacía antes, pero creo que hay que recuperar de alguna manera ese hecho de que en el urbanismo social, lo más importante no es el urbanismo, sino lo social, lo que aparece en las revistas es la biblioteca, el metro cable… Pero lo más importante, es los procesos sociales que hay detrás y parece que se nos ha olvidado un poco eso…».

La biblioteca España: de la megalomanía al deterioro

En los últimos quince años, varios alcaldes han intentado dejar una huella histórica tras su mandato, a veces a pesar de la dinámica social existente y a menudo en ruptura con la labor de sus predecesores. Promovidos con lemas muy ambiciosos, algunos proyectos se abandonan de una administración a otra, o se completan apresuradamente para que el alcalde en ejercicio pueda disfrutar de los beneficios. El caso de la «Biblioteca España», edificación faraónica inaugurada en 2007 durante el mandato de Fajardo, es sin duda una de las obras que más ha contribuido al renombre del Urbanismo Social. Paradójicamente, es uno de sus más amargos fracasos. En 2004 se lanzó una convocatoria de proyectos arquitectónicos para la construcción de la Biblioteca España y, de acuerdo con las especificaciones, el proyecto ganador fue una propuesta escultórica y visible. El deseo de crear un objeto icónico y monumental se afirma claramente. La biblioteca lleva el nombre del Rey de España, que apoyó la construcción financiando el mobiliario. El propio rey visitó el distrito de Santo Domingo para inaugurar la obra, reforzando aún más su imagen internacional. Antes de la llegada del rey, se llevó a cabo una limpieza del sector y los sintecho fueron trasladados fuera de la zona.

Para cumplir con el calendario, el ritmo de construcción se aceleró al final del proyecto y provocó numerosas imperfecciones, principalmente en las fachadas exteriores, que amenazaron con derrumbarse debido a la humedad. El cierre de la biblioteca se dio en el año 2015. Hoy en día, se está llevando a cabo un tenso debate legal para establecer quién es responsable de este fracaso. El diario nacional El Tiempo revela que en 2017 el costo total de la renovación de la biblioteca ascenderá a 15.715 millones de pesos colombianos para una inversión inicial de 15.152 millones. El proyecto también ha sido fuertemente criticado por la falta de participación ciudadana en su diseño y construcción. Así, a pesar del libre acceso al sitio, la población desarrolla un sentido de pertenencia relativo. Incluso se cuestiona el nombre dado a la Biblioteca España, nombre que no refleja la realidad social del territorio e incluso tiene un cierto vínculo con la colonización española.

La Biblioteca España, que se suponía simbolizaba la transformación del barrio de Santo Domingo, fue finalmente un fracaso.

Despertó poco interés entre los alcaldes que siguieron a Fajardo, y sus fachadas terminadas apresuradamente cayeron en decadencia. Además de cierta falta de interés político, la falta de participación no animó a la población local a presionar para su renovación, mientras que el carácter faraónico de la construcción es percibido por muchos como desfasado con la realidad del territorio.

La comuna 13: los límites del turismo comunitario

La Comuna 13, un territorio emblemático de la violencia que marcó Medellín es también una importante vitrina del urbanismo social, como lo demuestran obras emblemáticas como el Metrocable, las Escaleras eléctricas y el proyecto de la Ciudadela Universitaria de Occidente. Inauguradas en 2012, las Escaleras eléctricas de la Comuna 13 se diseñaron inicialmente con el objetivo de mejorar la movilidad de unas 12.000 personas en un área informal establecida en las laderas de las montañas que rodean la ciudad. Movilizadas desde muy pronto como un importante proyecto para la planificación urbana social, las Escaleras atraerán rápidamente el interés de los observadores internacionales. Después de que periodistas, delegaciones políticas, urbanistas y arquitectos de todo el mundo, algunos turistas también empezaron a visitar el sitio. El fenómeno turístico creció aún más gracias a los tours centrados en el arte urbano que rodea la zona de las escaleras eléctricas. Casa Kolacho ofreció «Grafitours» desde 2010 a los turistas con relatos críticos de la violencia que ha marcado estos barrios. La construcción de las Escalera eléctricas contribuyó significativamente al éxito de este turismo, poniendo el arte urbano de la Comuna 13 en el centro de la práctica. La obra iba acompañada de una renovación de las casas de los alrededores. La marca de cerveza Pilsen participó con la compra de pintura, los techos fueron repintados y se realizaron murales en muchas fachadas que bordean las Escaleras. Aparecieron tiendas de recuerdos, cafés y museos informales y ahora se producen demostraciones de rap y breakdance en la parte alta del viaducto. Con la llegada de cada vez más turistas, primero de América Latina y luego del resto del mundo, la oferta aumentó y a partir de 2019 muchos guías empezaron a esperar turistas a la salida del metro para proponer recorridos a las Escaleras. Si muchos guías son de la comuna, aparecen progresivamente nuevos guías desconectados del lugar, viniendo en otras áreas de Medellín, pero también de otros países como Venezuela, Argentina e incluso Francia.

Pasaje turístico de la Comuna 13. Fotografía: Patrick Naef.

Antes de la aparición de la pandemia ligada al Coronavirus, las Escaleras eran uno de los principales atractivos de la ciudad y ahora son conocidas en todos los países. En 2018 se registraron 166.593 visitantes, lo que representa un aumento anual del 183% en comparación con 2017, el mayor aumento de todos los sitios turísticos de la ciudad. Este auge del turismo, si bien es motivo de orgullo para muchos habitantes, es visto de manera cada vez más contrastada por la población. Más allá del aumento masivo de visitas organizadas en un espacio muy limitado, es sobre todo la presencia de guías extranjeros, desconectados de la historia del lugar, lo que se cuestiona fuertemente. Además, los combos que controlan la zona de las escaleras eléctricas, antes poco invertidos en las actividades relacionadas con este nuevo trabajo, se han involucrado recientemente y ahora están demandando la «vacuna». La llegada de turistas extranjeros también ha fortalecido el mercado local de drogas.

Así pues, el éxito de una actividad turística informal, basada en gran medida en un discurso crítico sobre el control ilegal de los barrios por parte de los grupos armados, ha contribuido paradójicamente a fortalecer a estos últimos.

La resonancia mundial de las Escaleras, que en un principio se debió a la voluntad de las autoridades de hacer de este proyecto un escaparate de la planificación urbanística social a escala internacional y, posteriormente, a su transformación en una atracción turística, ha desviado este proyecto de su objetivo inicial. Si el éxito en términos de turismo está ahí, no lo está en términos de la movilidad de los habitantes, que hacen poco uso de las escaleras eléctricas. Parece que en este contexto, la lógica de los planificadores ha divergido significativamente de la de la población. La comercialización de la práctica, la llegada al mercado de guías y operadores turísticos extranjeros, el aumento de la venta y el consumo de drogas y el limitado impacto de la práctica más allá de las escaleras explican el aumento de las críticas al proyecto. Para este comerciante del barrio de Veinte de Julio, estos últimos han contribuido a impulsar la cultura de la zona, pero el turismo se está volviendo morboso: «También siento que la gente lo mira de manera morbosa, al menos la gente de fuera que lo mira con curiosidad. Es una forma de vender el lado oscuro de la comuna».

La intensa promoción de las Escaleras en la escena internacional ha contribuido a transformar un proyecto de movilidad dirigido inicialmente a la población local en una atracción turística. Con un turismo asociado a no más de quince visitantes diarios después de su inauguración, Las Escaleras atrajeron unos años más tarde un verdadero turismo de masas. Al igual que en Barcelona, de donde se inspiraron estas escaleras eléctricas al aire libre, el sitio se enfrentó a un fenómeno de «sobreturismo» (overtourim en inglés) que impactó negativamente en la percepción de la estructura por parte de los habitantes. Tras el orgullo de ver a los extranjeros acudir en masa a una zona urbana inicialmente conocida por su violencia, la dimensión turística del sitio es cada vez más criticada por sus aspectos comerciales. Además, el impacto limitado de lo que inicialmente se consideró «turismo comunitario» y la apropiación progresiva de esta actividad por parte de los grupos en margen de la ley refuerza la percepción negativa del turismo en la Comuna 13. La promoción internacional de un área restringida a la escalera eléctrica – casas renovadas, fachadas pintadas y decoradas, muchos visitantes extranjeros – también difunde una postal alejada de las realidades de la Comuna 13, que sigue siendo una de las áreas más problemáticas de la ciudad en términos de homicidio, desplazamiento forzado, extorsión o acceso a recursos básicos. Finalmente, en marzo de 2020, la pandemia del Coronavirus puso un freno a las actividades turísticas y muchas personas están actualmente sin ingresos.

Aunque hoy en día Medellín sigue enfrentando muchos problemas, la ciudad ha evolucionado claramente desde el lanzamiento del urbanismo social a principios de la década de 2000. La movilidad y los mapas mentales de los habitantes se han desarrollado, mientras que la tasa de homicidios ha disminuido drásticamente, aunque persisten muchas formas de violencia (extorsión, desapariciones y desplazamientos forzados). Basándose en procesos participativos, materializados entre otros en Talleres de imaginarios, el derecho a la ciudad estaba en el centro de estas políticas. En este contexto, se preveía una urbanización más cercana a las realidades de los territorios marginales. Sin embargo, la falta de seguimiento de los proyectos entre la admiración ha obstaculizado considerablemente el desarrollo y la apropiación por parte de la población de ciertos proyectos, como puede ilustrarse con el caso de la Biblioteca de España. El deseo de construir obras emblemáticas que tengan resonancia internacional, como es el caso de la biblioteca y las Escaleras eléctricas, también perjudicó a los habitantes y la posibilidad de identificase a estos proyectos. Por último, se han criticado duramente los procesos participativos que se supone que materializan este derecho a la ciudad. El propio Henry Lefebvre advirtió hace unos decenios sobre los límites de la participación, que a veces consideraba una farsa: «Otro tema inquietante: la “participación” (vinculada a la integración). Pero no es sólo una obsesión. En la práctica, la ideología de la participación es una forma de obtener el consentimiento de las personas interesadas y afectadas al menor costo».

En Medellín, las cuestiones relacionadas con la participación ciudadana ya existían antes de los programas de planificación urbana social. Se fortalecieron en los años 90 con el auge de la sociedad civil. Sin embargo, los objetivos reales de este proceso han sido cuestionados con frecuencia y muchas personas lo ven como una mera fachada o una farsa, para usar el término de Lefebvre. Como explicó un político que se presentó recientemente a gobernador, en los procesos participativos, algunas decisiones se basaban en medidores de aplausos: «Los combos enviaban autobuses enteros de personas pagadas para aplaudir cuando se les instruía». La evolución del panorama político de Medellín, principalmente entre 2012 y 2019, se ha caracterizado por la instrumentalización de la participación, no sólo desde las élites, sino también desde los grupos en margen de la ley que no han dudado en fagocitar estos procesos. Esto ha obstaculizado significativamente el sueño de una planificación urbana local basada en los deseos de los habitantes. En manos de una élite planificadora y de grupos ilegales, la producción urbana continúa siendo realizada según una lógica neoliberal.

La «ciudad de la eterna primavera» se concibe como un producto cuyo objetivo principal es atraer a inversores y turistas extranjeros.

 

El texto completo en una publicación próxima:

Naef, P.; Modoianu, A. « Medellin Après le Miracle: Le Droit à la Ville Créative »; Gamba, F., Viana-Alzola, N., Cattacin, S., Eds; Villes et Créativité. Seismo: Ginebra-Zurich, Suiza, 2020; in press.

Referencias bibliográficas:

  • Borja, Jordi (2011). Espacio Público y Derecho a la Ciudad.Viento Sur, 116.
  • Echeverri, Alejandro (2012). « Sobreviviendo Adversidades. » TEDx Talks.
  • Lefebvre, Henri (2009) [1968]. Le Droit à la ville, Paris : Economica–Anthropos (3e édition).
  • Naef, Patrick (2016). « Touring the ‘comuna’: memory and transformation in Medellín,
    Colombia », Journal of tourism and cultural change, vol. 16 (2) : 173‑190.
    Zapata-Aguirre, Sandra, López-Zapata, Ledys et Mejía-Alzate (2020). « Tourism development in Colombia: between conflict and peace ». Dans Monterrubio Carlos, Andriotis Konstantinos, Stylidis Dimitrios (Eds.) Tourism planning and development in Latin America. Wallingford: Cabi, p.49-65
  • [1] Echeverri, Alejandro (2012). «Sobreviviendo Adversidades». TEDx Talks

*Ambos de la Universidad de Ginebra