Volver a Jóvenes en cuarentena
Por: Antonella Gómez* (mayo de 2020)
Los actos de escritura no son ingenuos, mucho menos, cuando implica la manifestación de presencia de un otrx que se resignifica mediante la palabra escrita por un nosotrxs que emite tal enunciación (Céspedes)**. En ese sentido, la presente crónica es narrada en primera persona por mi, realizando un paralelismo entre el “antes” y el “durante” la cuarentena de una joven de la ciudad de Córdoba. Pongo especial énfasis en la territorialidad donde desarrollo mi vida cotidiana, busca dar lugar a una narrativa que mediante la localización y el acercamiento a la particularidad del territorio, desafía voces y representaciones sociales.
La pretensión de este lenguaje escrito, es visibilizar y hacer experimentable a través de las palabras, aquellas vivencias, sentires y estrategias que la protagonista ha ido tejiendo frente a una realidad, que en más de una ocasión, la ha llenado de incertidumbres. Todo ello, se nutre a partir de encuentros e intercambios por celular (comunicaciones vía Whatsapp) que permitieron tender puentes entre realidades diversas, como así también, generar espacios participativos alternos a los conocidos donde las voces pueden fluir y materializarse en actos de escritura que nos permiten reflexionar sobre aquello que es visto, descubierto y plasmado en esta crónica.
Allí por donde nace el sol cada mañana, en el Este de nuestra ciudad de Córdoba, se encuentra ubicado el Barrio Müller. Por su cercanía a Barrio Maldonado, son referenciados como la dupla donde, además de algunos episodios de inseguridad y narcotráfico, también “pasan cosas lindas” (como reza el nombre del festival comunitario que el año pasado llevó a cabo su cuarta edición, con locreada y música de por medio). Entre sus figuras barriales, aparece el párroco, el Mariano Oberlin, quien a través de algunas obras y en red con muchas personas, instituciones y organizaciones, viene trabajando hace tiempo desde la parroquia de la Crucifixión del Señor, junto a lxs pibes del lugar, que se encuentran atravesando situaciones de consumo problemático y otras soledades. En el barrio pasan cosas piolas, más allá de las complejidades que suele aparejar la droga y de la cara visible que los medios de comunicación, construyen de este sector de la ciudad.
En barrio Múller, y como quien hace un zoom en Google Maps, nos encontramos en una casa particular. La vivienda de Agustina, quien reside allí con su papá, su mamá y su hermana mayor. Esta joven tiene 19 años y participa constantemente en las actividades de su centro vecinal. Hace días viene experimentando un sinfín de emociones que son el eco de las nuevas formas de vivir que la cuarentena nos ha impuesto en un escueto margen de tiempo. Frente a la pantalla de su compu, “la Agus” (como suele nombrarla su hermana) escribe en un puñado de palabras, aquello que no puede esquivar ni desoír en estos días de desabrazos, añoranza y distancias físicas. El contexto de Müller no está tan fácil. Agus comenta que muchxs vecinxs están desempleados y aquellxs, cuya estructura de sus ingresos se conformaba por changas o trabajos informales, la pandemia significó una pausa (cuando no un quiebre) en las tareas que venían desarrollando (casi todo el tiempo fuera de sus hogares), como así también, para continuar la búsqueda laboral. Cuántos cuerpos, tal como aquellos supervivientes al 2001 y al pasado reciente macrista, soñarán por las noches con las pesadillas de los malabares que el sistema obliga a aprender para resistir, para vivir, aun cuando el presente se pausa y el futuro arremete con su mejor cara de incertidumbre.
Hasta hace poco tiempo, esta joven organizaba su rutina entre estudios, familia, comapeñerxs, etc.; muy a contrapelo del reflejo que hoy ofrece su ventana con rejas, indicando que el sol nos encuentra la mayor parte del tiempo, puertas adentro. Como si de un retrato se tratara, un día de Agus, antes de la cuarentena, comenzaba con el colegio, regresando luego a casa para almorzar junto a su madre. La siesta casi siempre era una opción; a veces dormía o repasaba las tareas que faltaban hacer en la jornada. Otras, cuando llegaba el turno, se encontraba con su psicóloga. Lo que sí se repetía continuamente, eran las tardes que pasaba (luego del descanso revitalizante) en el Centro Vecinal dando apoyo escolar a niñxs del barrio, o haciendo otras actividades junto a lxs cumpas que viven por ahí cerca.
Si bien en un momento el colegio (por razones propias de la trayectoria de vida de Agus) había quedado en “stand by”, inició el 2020 con una nueva meta propuesta. “Antes de la pandemia”, como ella enuncia reiterada veces, se anotó para retomar sus estudios secundarios en un CENMA que se encuentra en Barrio Maldonado, cerca de su casa. “Antes de la pandemia”… resuena como cuando unx hacía mención, en alguna clase o lección, a la cronología histórica (“Antes de Cristo -Después de Cristo), en un intento de marcar, en algún punto del tiempo, un suceso trascendental.
¿Qué vino con el “durante” la Pandemia? Si bien pudo dar inicio al nuevo desafío de cursar sus estudios, sólo concurrió al colegio una semana. Ya a la siguiente, la resolución 108/2020 del Ministerio de Educación de la Nación, consideraba que en virtud de la emergencia sanitaria y el estado de situación epidemiológico del país, se suspendían temporalmente las actividades presenciales de enseñanza. Tanto este decreto, como los venideros, a más de unx nos puso frente a una nueva realidad. ¿Era acaso otro nuevo desafío para el anuario 2020 de Agus?
Entusiasmo, comodidad, alegría fueron las emociones primeras que se vinieron a la mente y al cuerpo de Agus cuando recordaba aquel comienzo de clases en el CENMA. El primer día, la primera semana, fue una buena experiencia para ella. Comodidad en el ambiente, profes con palabras de apoyo, acompañamiento, y sobre todo, ganas de terminar el secundario.
Frente a este panorama, la pandemia llegó interrumpiendo el deseo de seguir yendo al colegio, explosionando e implosionando cualquier vestigio de “ser” con los demás, de “ser” en lo social, y de transitar en colectividad junto a sus compañerxs y sus docentes, los pasillos, las aulas y el proceso de aprendizaje. Si bien la situación le impregnó los sentidos de incertidumbre y “bajones”, reconoce en su familia la ayuda necesaria y fundamental para contener una realidad que se le presentaba inaudita.
Luego de una semana de cuarentena, lxs profes armaron grupos de Whatsapp para seguir en contacto con lxs estudiantes, mandarles actividades y también transmitir tranquilidad. Es raro intentar buscar en un PDF o en un WORD lo que el espacio de las aulas ofrece. Las explicaciones no son las mismas, los debates ante alguna temática se desvanecen y la resolución de algunos ejercicios se complica. Las voces de lxs docentes, a través de audios interminables, insisten, resisten, pero no ceden, aun cuando todo se torna extremadamente raro y confuso. Cursar en épocas de aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) interpela día a día; no sólo a lxs estudiantes sino también a lxs docentes. Garantizar la continuidad de los procesos pedagógicos en tiempos de excepcionalidad como los actuales, no sólo empieza a dibujar en lxs cuerpos síntomas de agobio, como suvenires de sobre-exigencias y otras tantas contrariedades. También confronta a la comunidad educativa con los obstáculos y las dificultades en torno al acceso a los recursos virtuales.
Varios autores , refieren a la accesibilidad, en términos de encuentro-desencuentro entre lxs sujetxs y los servicios/recursos/instituciones. Dicha interacción no sucede azarosamente, sino más bien, en los términos (bases y condiciones) que el contexto o el escenario le imprimen, le determinan. Estas nociones nos han guiado la lectura antes de la cuarentena y lo seguirán haciendo luego de ella, seguramente. Lo importante es focalizar cómo el COVID 19 reviste una profundización de esos “desencuentros” de los que lxs autorxs hablan. La emergencia sanitaria pone al descubierto y ahonda las desigualdades, y si bien se instaló el discurso de que el “virus no discrimina”, está a la vista que atravesar la pandemia es profundamente desigual.
Agustina, “por suerte”, como dice ella, cuenta con los medios necesarios para poder realizar los trabajos y las actividades que les mandan sus profes. Para otrxs compañerxs, la realidad cambia. La falta de internet, de computadoras, y en algunos casos, de Smartphones con memorias aptas para descargar archivos, dificulta el acceso al derecho a la educación. A partir de allí, es cuando la preocupación de Agus (y sus cumpas) por lxs otrxs, muta a creatividad, a potencia, a ayuda colectiva, para que ese “desencuentro” se transforme y nadie quede sin un apunte o sin entender alguna explicación. Aun así, muchas veces no se llega a todxs y las cavilaciones persisten en los grupos y en los chats, buscando siempre que reinventar.
Tanto a Agus como a su familia, les preocupan las múltiples desigualdades que azotan al barrio y que, más aún en época de pandemia, impiden el acceso de diferentes recursos: alimentos, medicamentos, materiales escolares, recursos tecnológicos, etc. La continuidad escolar se hace difícil y la de la reproducción cotidiana de la existencia un tanto más. Ante dicha realidad, la joven, lejos de entregarse a la desesperanza que por ahí la visita, se pone un barbijo y tal como siempre lo vino haciendo (muchas veces junto a su hermana), se llega un par de veces hasta el centro vecinal para dar una mano con las urgencias del día.
Con su lucha silenciosa, se hace presente en los operativos de vacunación y acercando mercadería a las familias de les niñes que antes se llegaban hasta el lugar. La cuarentena ha sido un fuerte punto de inflexión para la vida humana. Cuantiosos abrazos se disiparon y las necesidades se multiplicaron, pero también lo hizo la potencia que habita en muchxs jóvenes como Agus, para estar “al pie del cañón”, pensando y armando estrategias para que un plato de comida, un alcohol en gel o una explicación de la tarea de historia por audio de whatsapp, llegue hasta la casa de un vecinx, un amigo, un compañerx. Este contexto ha significado para Agus, quizás el momento donde más se necesita estar para el otro, para la otra, para le otre. Su participación en el centro vecinal, viene redoblándole las apuestas a un virus que no nos encontró en la misma posibilidad para quedarnos en casa, porque la vida de muchxs se desarrolla fuera de ella.
Agus “antes de la pandemia”: la escuela, lxs pibes en el apoyo escolar, las juntadas con las amistades y compas… Agus “antes de la pandemia”: las tardes en el centro vecinal.
Agus “durante la pandemia”: como se puede, la escuela; extrañando a lxs pibes en el apoyo escolar y añorando las juntadas con las amistades y compas… Agus “durante la pandemia”, algunas, pocas, menos, pero igual presentes (y con barbijo), las tardes en el centro vecinal.
*Estudiante de la Lic. en Trabajo Social de la FCS-UNC. Ayudante alumna del proyecto de investigación “Jóvenes, educación, trabajo y participación: Estrategias y circuitos de acceso que los jóvenes de sectores populares despliegan en contextos y tiempos de restricciones”. Actualmente en proceso de redacción de tesina de la práctica pre-profesional de quinto nivel de la carrera, llevada a cabo durante el 2019 con jóvenes de un IPEM rural. Integrante del equipo que viene facilitando y coordinando las Asambleas de Jóvenes del Consejo Municipal de Niñez de Malagueño.
**Edgardo Céspedes: Escribir los sujetos, en ConCiencia Social, revista digital de Trabajo Social.